Me llama un buen amigo hace unos días. Me consulta por mareos y vértigos. No se encuentra bien. Tras descartar la patología física el médico le ha dicho: “esos síntomas son por estrés“.
Decía el Dr. Hans Selye: “no es el estrés lo que nos mata sino nuestra reacción ante él“. Todos sabemos qué es el estrés. Lo vivimos a diario y vemos a otros sufrirlo a nuestro alrededor. Una exposición al estrés de manera crónica puede perjudicarnos tanto a nivel físico como psicológico. El organismo envía una señal de alarma. Algo no va bien, el cuerpo pide una pausa, un momento de calma y reposo para recuperarse. Esas señales de alarma en ocasiones comienzan con molestias gastrointestinales, mareos, vértigos, contracturas musculares y sigue con un descenso del sistema inmunológico, infecciones de repetición, inflamación de articulaciones (artritis) entre otras. Cuando una persona se ve afectada por esta situación de hiperestrés, nota a su vez una alteración de la conducta, del ánimo y del comportamiento con una tristeza de fondo, sensación de irritabilidad e insomnio.
Uno está expuesto a cometer errores o sufrir enfermedades pesadas cuando está en esa situación. El cuerpo y la mente no pueden responder con la misma eficacia con la que suelen hacerlo. La vida personal, de pareja, familia, el trabajo se ven afectados.
Estamos en el siglo XXI. Es la era del estrés, de lo instantáneo y de la velocidad. Todo fluye a un ritmo vertiginoso. Nos da miedo parar porque nos hemos acostumbrado a que nuestra zona de confort sea la zona tóxica, acelerada y trepidante del día a día. Momentos repletos de dificultades personales y noticias de otros difíciles de asimilar…Si dejamos posar nuestra mirada en el globo terráqueo de manera aleatoria descubrimos- con frecuencia y con horror- que un drama se cierne sobre esas tierras.
¿Sabemos parar?
El verano es un momento donde se produce un freno; es un buen momento para reencontrarnos con nosotros mismos. Coger papel y lápiz (si, papel y lápiz y no la aplicación de las notas del smatphone) y diseñar unos objetivos. El primero: recuperar la paz interior. Pasos para conseguirlo:
– 1. Crea un espacio de calma, aprende a practicar la relajación o la meditación. Cuando notes angustia, dirige tu mente hacia ese lugar. Se activarán las coordenadas de la paz interior. Dedica un rato del día al silencio. Dice un proverbio africano “si no tienes al enemigo dentro, los enemigos de fuera no podrán herirte“.
– 2. Practica el sentido del humor. Una carcajada de vez en cuando destensa y facilita las cosas. El sentido del humor es patrimonio de los inteligentes. El psiquiatra William Fry asegura que tres minutos de risa plena equivalen, en beneficios para la salud, a diez minutos agotadores de aérobic.
– 3. Perdona inmediatamente. Un corazón resentido no puede ser feliz. No olvidemos que sufre más el que no perdona que el que no es perdonado. Como decía Calderón de la Barca: “vencer y perdonar es vencer dos veces“.
– 4. Usa tu memoria para traer recuerdos positivos de tu vida. Está demostrado científicamente que recordar momentos buenos previene la depresión. Es un gran paso comenzar educando la mirada, valorando todo lo bueno que te rodea. Vigila los pensamientos negativos. No olvides que el 90 % de las cosas que nos preocupan nunca jamás suceden. Gran parte del estrés y de las molestias físicas tiene su origen en la mente más que en el cuerpo.
– 5. Reconoce tus personas vitamina. Con estar un rato con ellas, una sensación de alegría y paz invade el alma. Son personas agradables, amables que nos quieren y tratan bien y nos comprenden sin juzgar.
– 6. Evita a las personas tóxicas que tienen la capacidad de liberar toda nuestra energía negativa y vaciarnos de motivación e ilusión. Estas personas son profesionales y expertos en quitar la paz. Si no es posible evitarlas, aprende a usar un impermeable para que te afecte lo menos posible su presencia.
– 7. Aprende a expresa emociones. Trabaja la inteligencia emocional. Por muy inteligente que sea uno, llega más lejos quien sabe gestionar bien sus emociones, buscando empatizar. Aprende a ponerte en el lugar del otro para entender mejor su conducta y reacciones ante la vida.
– 8. Disfruta de la comida sana. Conocer nuestro organismo nos ayuda a saber cuáles son los alimentos pesados que nos engordan o nos afectan. Es mejor comer poco y a menudo que atracones.
– 9. Recupera el buen dormir. Descubre qué necesita tu organismo para descansar de manera placentera y profunda. El insomnio se encuentra presente en la mayor parte de los trastornos psiquiátricos. Si las preocupaciones, obsesiones, trabajo nos afectan o quitan horas de sueño, aprende a desconectar y no quites horas al descanso diario.
– 10. Si nada funciona: cambia. Hay dos maneras de gestionar los momentos difíciles: cambiando los problemas (y solucionándolos) o cambiando la manera de verlos. La felicidad no es lo que nos pasa, sino como interpretamos lo que nos pasa. Cada uno elegimos el filtro con el que contemplar la realidad.
El camino hacia la paz interior pasa por ir resolviendo poco a poco el fondo conflictivo que se hospeda dentro de nosotros. Como decía Confucio: “si no estamos en paz con nosotros mismos, no podremos guiar a otros en la búsqueda de la paz“.
Fuente: comprenderesaliviar.com