Un equipo de investigadores argentinos identificó por primera vez una región del cerebro cuya evaluación ayuda a detectar en forma temprana el desarrollo de la enfermedad de Parkinson.
El trabajo, publicado en Scientific Reports, se basa en el concepto de “embodied cognition”, es decir, que las acciones y las estructuras cerebrales motoras están asociadas al lenguaje de acción. El lenguaje de acción son las palabras o formas de comunicación que indican alguna acción. Por ejemplo, cuando se piensa o se escucha la palabra “saltar”, se activa la corteza motora como si saltáramos y ello facilita la comprensión lingüística.
Dado que el Parkinson es una enfermedad motora, el lenguaje de acción dentro de una persona se verá afectado, y precisamente, esa afectación aparece en las etapas tempranas de la enfermedad. “Lo que descubrimos es que los déficits de lenguaje de acción, o más propiamente, de acoplamiento entre lenguaje de acción y sistema motor, están afectados en las etapas tempranas de la enfermedad de Parkinson”, explicó Agustín Ibáñez, líder del estudio y director del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).
En el estudio, los científicos comprobaron, por primera vez, que la atrofia temprana en los ganglios de la base (la estructura subcortical que primero se afecta en el párkinson) se vincula con alteraciones en las redes corticales asociadas al lenguaje de acción. “Existe una conexión directa entre la afectación motora y los déficits no motores, los cuales podrían ser detectados, caracterizados y tratados tempranamente”, señaló Ibañez, quien también es investigador del Conicet y del Australian Research Council.
Para poner a prueba la hipótesis, los investigadores realizaron exámenes a 14 pacientes con párkinson en fase temprana y a un grupo control de 13 voluntarios sanos. “Usamos una tarea llamada Action-sentence compatibility effect (ACE), en la que los participantes tenían que apretar un botón con la mano abierta o la mano cerrada cuando comprendían el significado de frases que incluían acciones como ‘aplaudir’ (acciones con mano abierta) o ‘tocar la puerta’ (acciones con mano cerrada)”, apuntó el investigador.
Y continuó: “El llamado efecto ACE se evidencia porque la compatibilidad entre la oración y la acción motora del participante genera menos tiempo de reacción que las condiciones incompatibles. Acá estudiamos el efecto ACE pero mirando a la estructura y actividad cerebral, combinando volumetría de neuroimagen (que mide el volumen del cerebro), y métodos de conectividad cerebral (que determina el grado de información que se comparte por distintas redes cerebrales).
Las implicaciones clínicas y teóricas del hallazgo, agregó Ibáñez, también podrían ser extrapoladas a otras patologías que implican daños en los ganglios basales, como el Huntington, y a otras enfermedades motoras, como la esclerosis lateral amiotrófica, la ataxia o la degeneración corticobasal. Acerca de la posibilidad de aplicar los resultados obtenidos a la práctica concreta, el científico aseguró que “podrán ser utilizados muy pronto”.
Del estudio, que forma parte de un amplio proyecto de investigación que Ibáñez inició hace varios años, participaron también investigadores de las universidades Favaloro, Nacional de La Plata, Antioquia (Colombia) y del Centro Australiano de Excelencia en la Cognición y sus Desórdenes.
Fuente: www.elciudadano.cl