No creo en la astrologia

 
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La astrología es un sistema de adivinación que pretende relacionar el movimiento de los planetas y las estrellas con la personalidad y el futuro de la gente.

No creo en la astrologia

¿Y cómo consigue hacer estas predicciones?

En el sistema solar, los planetas se mueven todos en el mismo plano y relativamente cerca de nosotros. Las estrellas, en cambio, están muy lejos y dispersas a nuestro alrededor en todas las direcciones.

Es decir, que podríamos comparar el sistema solar con un disco metido en el interior de una caja inmensa: los planetas estarían todos encima del disco y las estrellas cubrirían el interior de las paredes de la caja.

Debido a la rotación del planeta, desde nuestro punto de vista, vemos las estrellas salir por un punto del horizonte y esconderse por otro, todas siguiendo la misma dirección y sin perder la posición relativa entre ellas. Los planetas, al estar todos encima de este “disco”, se mueven sobre una misma línea en el cielo (llamada la eclíptica). Además, al encontrarse más cerca que las estrellas y tener cada uno sus propias características orbitales, los planetas se mueven a una velocidad diferente a éstas.

Hay 12 constelaciones que se encuentran sobre esta línea que siguen los planetas en el cielo. Estos 12 grupos de estrellas con “forma” son los que dan nombre a los signos astrológicos que aparecen en el horóscopo.

Según los astrólogos, el movimiento del sol y los planetas a través de estas constelaciones sirve para predecir sucesos que tienen lugar a nuestro alrededor.

¿Cuándo y dónde surgió esta idea?

La astrología como tal surgió hace unos 4.000 años, en babilonia.

Los babilonios arrastraban la creencia en la influencia de los astros sobre su entorno desde que el ser humano descubrió que podía mejorar su calidad de vida prediciendo con antelación los cambios de estación gracias al movimiento del sol. Desde entonces, los seres humanos hemos estado obsesionados con el cielo.

Primero nos dimos cuenta del efecto de la Luna sobre las mareas y poco a poco fuimos descubriendo que la posición de los astros en determinadas épocas del año nos ayudaba a anticipar fenómenos naturales que podían resultar beneficiosos o perjudiciales para nosotros y tomar medidas al respecto.

Los egipcios son un buen ejemplo de ello.

Su supervivencia dependía de la crecida anual del río Nilo, que inundaba las orillas y las cubría con nutrientes que posibilitaban la agricultura en el seco entorno desértico. Se trataba de un acontecimiento muy importante que se alargaba durante unos cinco meses, pero los habitantes de la cuenca del Nilo tenían que estar preparados para su llegada: con una subida de entre 7.6 y 13.2 metros (según el punto del río), era necesario construir y preparar barreras de contención para proteger los asentamientos de las inundaciones.

Los egipcios necesitaban una manera de predecir cuándo tendría lugar la inundación, pero no tenían un calendario en su casa en el que poder ir contando los días que faltaban para que ocurriera. Por suerte, en el cielo hay acontecimientos que pueden servir de “marcadores” temporales: los planetas y las estrellas tienen un comportamiento cíclico muy regular, de modo que se pueden usar como referencia del transcurso del tiempo.

Los egipcios notaron que la crecida del río Nilo empezaba poco después de que Sirio, la estrella más brillante del firmamento, hiciera su aparición en el cielo nocturno.

Pero en aquella época no sabían del cielo lo que sabemos hoy gracias a la gran cantidad de avances técnicos que han tenido lugar durante 4.000 años, por lo que les resultaba difícil asumir que la aparición simultánea de Sirio y la crecida del río Nilo eran pura casualidad.

Ante la falta de una explicación mejor, los egipcios convirtieron en un ser sobrenatural ese punto especialmente brillante que flotaba en el cielo sin caerse y cuya aparición traía abundancia de alimentos.

Para ellos no era descabellado que, lo que ahora sabemos que es una bola de plasma flotando en medio del vacío, fuera la manifestación de una entidad a la que no parecían afectarle las leyes terrenales. A esta estrella que “traía” la abundancia la llamaron Sopdet, que aparece representada en su mitología como la diosa de la inundación que traía la prosperidad.

Y de esta manera nacían los dioses de muchas culturas y la creencia en que los sucesos que tenían lugar en el cielo eran los responsables de lo que ocurría en la Tierra.

Los egipcios usaron la astronomía principalmente con finalidades prácticas (para construir su calendario y gestionar la agricultura) y espirituales (orientaban sus tumbas hacia el norte para facilitar la transición de los espíritus hacia el otro mundo).

Fueron los babilonios los que tomaron esta ciencia en desarrollo y la llevaron al extremo por el camino incorrecto.

En la antigüedad nadie podía comprobar experimentalmente por qué unos pocos puntos brillantes del cielo se comportaban de manera distinta a todos los demás (el caso de los planetas y las estrellas que he explicado al principio), así que supusieron que aquellas lucecillas desobedientes debían ser entes que no hacían caso a las leyes celestes.

Los babilonios conocían los cinco planetas visibles a simple vista (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno), aunque no sabían que eran planetas, claro, así que cada uno de ellos representaba un dios distinto en su mitología. Ellos creían firmemente que su movimiento en el cielo a través de las constelaciones determinaba los acontecimientos que tendrían lugar el mundo terrenal, precisamente porque ciertas conjunciones astronómicas parecían coincidir con algunos fenómenos naturales (como en el caso de la inundación del Nilo).

Para intentar descifrar la manera en la que los dioses decidían sobre su futuro, intentaban relacionar los movimientos del cielo con cualquier cosa que ocurriera. ¿Un rey moría? Vaya, vamos a ver cómo está el cielo… ¡Dios mío, Marte pasa por delante de la constelación de Tauro! ¡Culpemos a esta conjunción de todos los males que ocurran cuando tenga lugar!

A base de relacionar conjunciones astronómicas con cualquier cosa que ocurría a su alrededor durante siglos, terminaron por desarrollar un sistema de predicción basado en la relación entre eventos al azar. Y así nació la astrología.

Por supuesto, a veces algunos de estos eventos astronómicos coincidirían por pura casualidad con un suceso importente y los babilonios lo interpretarían como prueba de que podían comprender el lenguaje de los dioses, cuando en realidad no entendían que una relación aparente entre dos sucesos no tiene por qué ser un signo de causalidad. En el caso de la subida del nivel del Nilo y la aparición de Sirio, los dos sucesos parecen relacionados, pero la causa son las lluvias en su nacimiento, no la salida de la estrella.

Viene a ser algo parecido a mirar por la ventana y controlar cuántos coches pasan por la calle y de qué color son e intentar relacionar los datos con la evolución del valor de las acciones de la empresa en la que has invertido. Por supuesto, si lo hicieras durante 4.000 años (y la empresa no quebrara durante ese tiempo), muchas veces presenciarías conjunciones casuales extrañas, pero la inmensa mayoría de veces no observarás relación alguna y, desde luego, intentar decidir sobre tu inversión basándote en el color y la cantidad de coches que ves por la ventana sería una mala decisión económica.

Por suerte, hoy en día sabemos que los planetas no son dioses conspiradores, sino montones de roca o gas que flotan en el espacio y que las estrellas son bolas de plasma a las que no les importa que hoy vayas a dar un paso importante en tu vida. También sabemos que las formas que percibimos en las constelaciones no son más que una interpretación subjetiva, ya que las estrellas que las componen están separadas por grandes distancias y, si las viéramos desde otra perspectiva, las formas que nos resultan familiares desaparecerían.

¡Oye! Pero, ¿Y si realmente los astros tienen algún efecto sobre nosotros? ¿Y si su fuerza gravitatoria está alterando nuestra conducta?

La fuerza de la gravedad que ejercen sobre nosotros los otros planetas del sistema solar es tan pequeña que su efecto es más que despreciable. Por ejemplo, en su punto más cercano (a 629.000.000 km), Júpiter, el planeta más grande y masivo del sistema solar, tira de nosotros con una fuerza 34.000.000 de veces más pequeña que la de nuestro planeta.

El sol tira de nosotros con una fuerza 17.000 veces menor que la de la fuerza gravitatoria terrestre Tierra y la Luna con una tresmillonésima parte de la misma. Marte está más cerca que Júpiter, pero es muchísimo más pequeño, y los planetas que están más lejos de Júpiter son también mucho menos masivos que Júpiter, así que su tirón gravitatorio sobre nosotros es aún menor.

En realidad, la fuerza gravitatoria ejercida sobre ti (suponiendo que pesas 75 kg) por una persona de unos 120 kilos de peso a medio metro de distancia es más o menos la misma que la ejercida por Júpiter en su punto más cercano. O sea, que los cambios de posición de la gente y los objetos de tu inmediato ejercen más influencia gravitatoria sobre ti que el resto de planetas del sistema solar.

Hay otras cosas que no cuadran en la astrología.

Aunque los planetas ejercieran algún tipo de efecto sobre nosotros, los babilonios sólo conocían cinco planetas (los que pueden observarse a simple vista). Desconocían la existencia de Urano y Neptuno y hacían predicciones astrológicas sin tener en cuenta su “efecto”. Estos dos planetas no se añadieron a los “cálculos” astrológicos hasta su descubrimiento, en el siglo XIX. Por otro lado, Plutón también tiene cabida en la astrología… Pero no fue introducido en ella hasta su descubrimiento en 1930 (y tiraría de nosotros con una fuerza 981.000.000.000 veces menor que la de la Tierra).

Hay muchísimos cuerpos de tamaños similares al de Plutón que se han descubierto recientemente pero que no son reconocidos por la astrología. Entonces, ¿Qué determina que un planeta tenga efecto sobre nuestras vidas o no? ¿Por qué Ceres, un planeta enano de 900 kilómetros de diámetro, es reconocido por los astrólogos pero no Eris, el gemelo de Plutón? ¿Por qué la astrología se consideraba válida durante todo este tiempo, si faltaba tanta información?

Una de las cosas para las que se usa la astrología es la adivinación de tu personalidad según tu horóscopo y hacer predicciones para instruirte en el día a día. El secreto de la astrología: adularte sin decir nada. Otro secreto consiste en que, de entre la cantidad de gente que lee el horóscopo, por pura estadística acertará con alguien si se atreve a hacer una predicción un poco más precisa. Este es el típico caso de “pues a un amigo le acertó que…“.

Según la astrología, da igual cuánto te esfuerces en ser una buena persona o en labrarte un futuro decente, porque al final todo lo determinará la configuración del cielo en el momento en el que naces.

Entonces... ¿Tu crees en la astrología?

Fuente: cienciadesofa.com
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