¡Se han dicho tantas cosas sobre esta nueva frustración futbolística! La mayoría certeras palabras que surgen con bronca de esa herida que parece no querer cicatrizar más, tajo que vuelve a sangrar en cada nuevo campeonato internacional. Qué Messi se desinfla cuando el equipo más lo necesita y pasa a ser una sombra del de Barcelona, que Tevez fue un actor secundario de lujo en este drama, que Higuaín vovió a defeccionar en momentos claves, que Martino se empecinó en salir jugando con protagonistas que no eran los adecuados y que realizó tarde las modificaciones y que no eran las adecuadas y que mostró una tosudez ciega en un esquema único de juego y que...
En realidad, si hubiéramos ganado todos estos juicios de valor serían cotillón. Pero, claro, perdimos. Y somos los mejores del planeta y no podemos perder, tenemos que demostrarlo a cada instante. Que el universo se entere de lo capos que somos en esta parte de América. Que no hay nadie como nosotros. Como nosotros...
"¿Quién se cree que es este millonario con alma española que no sabe ni cantar el himno para dejarnos expuestos al escarnio del resto del mundo?" "¿Cómo es posible que estos muertos no corran ni pongan lo que tienen que poner para salvar nuestro honor?" "¿No ganan la guita suficiente para hacerlo?" "¡Si yo estaba ahí la metía!" "¡Animal!" "¡Perro!" "¡Hijo de remilputa!"
Salimos segundos en un Mundial. Salimos segundos en un campeonato continental. Me parece que tendríamos que empezar a hacer valer esos pequeños logros a los que muy pocos acceden. Y darnos cuenta que en una competencia deportiva solamente uno gana. Y que no tenemos por que ser obligatoriamente los vencedores nosotros. Y que un puñado de deportistas no son los culpables de nuestras reales frustraciones.
Carlos Salvador Bilardo decía: "Del segundo no se acuerda nadie". Depende de nosotros cambiar ese pensamiento.
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