obiernos conformados por prestigiosos antropófagos, incluso por caníbales impenitentes, dependiendo del individuo y de la especie que se tengan que tragar, están conduciendo a la especie humana hacia un grado de ineptitud mental en el que el retorno a algún punto de sensatez será catalogado de locura extrema, porque cada vez es más irrecuperable la postura que asumen sus integrantes frente al sentido lógico de la civilidad imaginada como principio de humanidad, ante los escenarios comunes dados por la realidad, neutralizada en sus conjeturas bajo los efectos de sus propias ejecuciones, magnificando el grado de inconciencia que adquieran las poblaciones de criaturas que han sido encerradas dentro de las jaulas citadinas, instaladas frente a pantallas que distraen las acciones que tienen que tomar, para que bajo el ritmo de la descomposición que llevan en ningún instante se detengan, y puedan de pronto suponer que algo pueden hacer, sin embargo, es imposible suspender las tendencias, después de deglutir las decisiones tomadas, para que nadie se atreva ni siquiera a proponer cambiarlas.