En el pueblo mágico de Macondo, el presidente Aureliano Petro se enfrentaba a una rebelión de sus ministros, quienes estaban hartos de sus locuras y se oponían al nombramiento de Úrsula Sarabia como nueva ministra y Melquisedec Benedetti como asesor del despacho.
"¡Esto es un golpe de estado!", gritaba Amaranta Mohamed, ministra del ambiente.
"¡O peor, un golpe de locura!", agregaba Remedios Márquez, viceministra.
Pero el presidente Aureliano Petro no se daba por vencido. Convocó a una reunión de emergencia con sus asesores más cercanos.
"¡He decidido ratificar a Úrsula Sarabia como ministra de la Nueva Era!" Llama el que si de Benedetti como consejero del despacho, anunció el presidente.
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"¡Y también nombraré a José Arcadio Buendía como director del DPS, en lugar de Bolívar!", agregó.
Los ministros se levantaron en protesta.
"¡No podemos aceptar esto!", gritaban.
"¡La influencia de Melquisedec Benedetti en el gobierno es un peligro para la democracia!", decían.
En medio del caos y la rebelión de sus ministros, el presidente Aureliano Petro se aferraba al poder con uñas y dientes.
"¡No me dejaré derrocar!", gritaba.
"¡Soy el dueño de Macondo!", agregaba.
Pero sus ministros no se daban por vencidos. Amaranta Mohamed y Remedios Márquez lideraban la oposición al presidente.
"¡No podemos permitir que siga destruyendo nuestro país!", decían.
Mientras tanto, en la casa de los Buendía, Úrsula Sarabia se reunía con un grupo de contratistas.
"¡Es hora de actuar!", decía Úrsula.
"¡No podemos dejar que se nos pierda la torta!", agregaba.
El ejército, liderado por ex compañeros milicianos del Coronel Buendía, se unieron a la oposición y marcharon hacia la Casa de Macondo para derrocar al atornillado Aureliano.
"¡Viva Macondo!", gritaban los soldados.
En la batalla final, el presidente Aureliano Petro fue derrocado y arrestado. Melquisedec Benedetti, su consejero, fue llevado ante la justicia por sus crímenes y Úrsula Sarabia extraditada.
Y así, Macondo comenzó una nueva era de paz y prosperidad, gracias a la valentía de sus líderes y la determinación de su pueblo.
"¡Viva Macondo!", gritaban los ciudadanos, celebrando su victoria.
Columnista invitado