costumbrándose a las guerras fratricidas, creadas con los fragores que se generan detrás de los conflictos permanentes, los rusos son hoy los espartanos olvidados por ayeres somnolientos, tras oscuras leyendas traídas de los cabellos y atraídas por los intereses de sus enemigos más siniestros, interesados en las riquezas internas, tan escasas ahora en sus territorios, que las producciones de bienes no encuentran descanso entre sociedades inmersas en consumismos descontrolados, impuestos por mentalidades que consideran la vida humana como un barril sin fondo que deben explotar hasta la eternidad, sin considerar que los están especializando cual luchadores expertos en intestinas batallas que saben ganar sin proponérselo.