Ingeborg Rapoport ha sido una mujer luchadora. Escapó de dos régimenes opresivos, se educó, trabajó por reducir la tasa de mortalidad infantil en Alemania, se convirtió en una de las primeras profesoras de Europa y educó a un profesor de Harvard junto a tres niños más. Pero todo eso no era suficiente para ella. Todavía le faltaba algo por hacer.
La alemana de 102 años tenía 25 años cuando escribió su tesis doctoral en la Facultad de Medicina de la Universidad de Hamburgo. Pero el gobierno nazi le impidió presentar su tesis doctoral porque pese a que ella era protestante, su madre era judía.
Rapoport hizo su tesis doctoral sobre la difteria, una enfermedad infecciosa que causaba la muerte a muchos niños europeos y estadounidenses por aquella época. Era 1938 y hacía apenas 5 años que Hitler había llegado al poder. Un profesor de Ingeborg consideró brillante la tesis de su alumna, sin embargo, las autoridades académicas de Berlín le impidieron presentarla por razones raciales.
La mujer decidió emigrar a Estados Unidos. Allí consiguió entrar en una escuela, se casó y tuvo tres de sus cuatro hijos. De vuelta en Europa, tuvo otro hijo y una carrera profesional de éxito.
El 13 de mayo de este año ella pudo dar su examen de doctorado en la Universidad de Hamburgo y lo aprobó. Su principal obstáculo práctico fue su visión, porque no puede leer ni usar el ordenador. Así que varios parientes y amigos bioquímicos tuvieron que rastrear internet para ver los avances científicos en la difteria en los últimos años e informarla por teléfono.
Rapaport comentó que decidió cerrar esta etapa de su vida por lo siguiente: “Esto es sobre los principios, no sobre mí. No defendí el trabajo por mí misma. Toda esa situación no fue fácil a los 102 años. Lo hice por las víctimas. La universidad quería arreglar lo que estaba mal y ha mostrado una gran paciencia, algo de lo que estoy agradecida”, dijo Rapaport.
Realmente, un orgullo de mujer.