unque las alarmas de advertencia planetaria están sonando pocos son los que las oyen, suenan porque el mundo artificiosamente edificado continúa peligrosamente calentándose, aún así la frialdad con la que la humana está tomando el asunto se asemeja a una almeja inmersa entre la supuesta protección que le brinda su concha, donde permanece hasta creer ver que ha pasado un peligro que es permanente, o somos como el cuento aquel de esa rana metida que es metida en una olla con agua fría en proceso de cocción, en la cual flota placida hasta el instante en que termina hervida.