ualesquiera sean los ciclos, existenciales o empresariales, al arribar al borde de sus finales, los inicios pierden su importancia, la preponderancia la adquieren las continuidades que redondean los principios asumidos y adquiridos a través de los recorridos personales conocidos, experimentados y vividos, los imprevistos y sorpresas terminan vistos como estorbos, después de construir entornos alrededor de ideas propias frente a iniciativas ajenas, además de reacias a incrustarlas al bien común, serán entonces las futuras generaciones las que deberán decidir sobre las decisiones conjuntas que hasta ahora no han sido tomadas.