Existen personajes que se consideran sagaces, poseedores de unas lenguas tan largas, tóxicas y contagiosas que al moverlas repetitivamente, para hablar sobre sus mentiras, las transforman en viperinas y peligrosas, incluso las de algunas otras personas llegan a ser peores que letrinas, porque con ellas logran ser capaces de desocupar y expandir sus excrementos en las cloacas morales, en las que han depositado sus suciedades y enfermedades en contra de unas sociedades adaptadas a unos tipos de éticas ideales para promocionar bandidos y criminales, aunque sean los modelos más antisociales posibles, pudiendo libremente desarrollar con ellos procesos legales, disfrazándolos de progresismos ilegales, con los que pueden fácilmente atacar ideologías contrarias, implantando variaciones de controles mentales, diversificados por sugestivos patrones sociales, con los cuales posteriormente dominan los funcionamientos de los individuos, sean humanos y demás criaturas orgánicas y biológicas, convirtiéndoles en los ansiados seres adaptados, alineados, además de alienados, para poderlos trocar mecánicamente hacia productos procesados, con los que puedan alimentar a los ejércitos de consumidores de basuras y residuos industriales, haciéndoles innatos perdedores, sometidos y sumisos, sin imaginar ni sospechar que así están creando los monstruos que al final nos van a devorar, a todos por igual y en general.