11 noviembre 2022
– Tenía un sueño tormentoso, me mataban, una y otra vez, y lo hacían una serie de arañas gigantes clavando sus aguijones en mi alma, en mi garganta, en mi cabeza, en mi colon, en mi vejiga y en mi nuez urinaria.
– Me desperté sudando y estornudando.
– Puse la mano hacia el lado derecho de la cama y me dije: está, sí, Ella está ahí.
– Entonces volví a la realidad y me fui a mi espejo en el baño para verme la cara y tras el primer susto hice desahogar mi vejiga y mi atrincherado colon, o yo que sé lo que pueda doler tanto.
– Eran las cuatro de la madrugada, me tumbé otra vez e intenté pensar en Ella, en mis nietos y mis estresados hijo y nuera.
– La cosa fue a peor, a las seis de la madrugada otra vez me fui a saludar al espejo del baño y, bufa, casi me caigo pero sin que Ella se enterara.
– Es como si me hubieran colocado en toda la panza una bomba llena de ratones que intentan salir por donde menos te lo esperas y no te quedan fuerzas para soportar el peso. Conciliar el sueño, es un imposible.
– Parecía, a eso de las nueve de la “madrugada” que todo había terminado … pero no, me levanté y subí la persiana de la habitación y, sentado en la cama pensé: Eso de decir adiós al ciclo vital debiera ser de otra manera, es decir, en lugar de el qué, prefiero que me mate el cómo y mejorado, nada de sufrir.
– Una voz angelical, hablándole a mi oído bueno, el derecho, me ha dicho: Tranquilízate Enrique, en una hora y media estás en el TAC.
– Y yo me abracé a Ella como si quiera fundirla en mi ser.
Fuente: etarrago.over-blog.com