05 noviembre 2022
- No me lo podía creer: Él estaba allí, sentado en un banco en la Gran Vía, en San Esteban.
- Jugaba con unos revoltosos enanos que le hacían reír y hasta gestar alguna payasada.
- A su lado un grupo de jóvenes casi cincuentones, muy encorbatados todos, hablando y sentenciado la realidad y el futuro de la economía mundial, pero mientras tanto mi hombre, aquél que fue uno de mis mejores y mayores valedores en mi vida profesional, aquél que realizó cientos de conferencias en los Ateneos, Foros Empresariales y Universales de medio mundo, seguía allí, como si nunca hubiese sido nadie.
- Uno de los más engominados y encorbatados salvadores de la economía, dejó un momento su trascendente conversación y le dijo al que ahora no parecía nadie; "¡Papá ... los niños se van a hacer daño, no los dejes que suban al columpio! ... " Y mi querido Gran jefe, fundador de una gran empresa, una gran fundación y hombre que podía cambiar el signo de la economía local en los 90, salió corriendo y sin rechistar hacia el dichoso columpio para reparar su descuido.
- Quería yo ir a saludarlo, pero al levantarse y verle tan obediente, servicial y ocupado, me eché atrás, pensé que igual no era ni buena idea, ni el mejor momento.
- Mi querido y seguramente muy olvidado Gran jefe de jefes, me dio una nueva lección y esta vez lo hizo sin que él, ni yo mismo, nos diéramos cuenta.
Fuente: etarragof.blogspot.com