Laceramos, como especie sinigual, la inteligencia adquirida tras una larga evolución,
stropeando una naturaleza a la que le demandamos exultantes sus beneficios no renovables
a través de unos recursos formados después de largos periodos tranzados por el tiempo,
tomado éste a partir de la gran explosión que dio origen a la ilusión que tenemos de una
certeza humana que no es tal.