El Suicidio (1897) es una de las más importantes obras del sociólogo francés Émile Durkheim que trata sobre el suicidio.
La gran novedad es que en ella Durkheim considera dicho fenómeno desde el punto de vista de la tasa anual de suicidios que existe en varios países europeos, desde la sexta década del siglo XIX.
Analizándolos se percata de que dicha tasa anual suele mantenerse constante o con cambios muy leves a lo largo de prolongados períodos.
Igualmente, los picos o los valles acusados en las gráficas corresponden con acontecimientos como guerras o depresiones económicas.
Su estudio, a muy grandes rasgos, nos enseña que pueden descartarse, desde hace más de un siglo, las siguientes explicaciones para el fenómeno del suicidio: los factores económicos, los factores climáticos y geográficos, la guerra, la religión, etc.; es decir, una serie de factores que podríamos considerar radicalmente externos al individuo, si bien pueden sumarse a cuestiones sociales mucho más profundas y coyunturales.
Esto llevó a Durkheim a determinar una conclusión contundente de su estudio: existirían sociedades suicidógenas, o sea, sociedades donde el suicidio es una tendencia, como podría serlo la pobreza, ya que es una de las consecuencias directas de lo que sucede en el discurso de dichas sociedades, sobre todo con respecto a la administración de sus particulares que finalmente optan por quitarse la vida.