La cola del pan - Londres 1940
05 agosto 2022
- Es como ir a Hacienda a reclamar cualquier cosa, haces amigos, no lo puedes evitar y es porque uno es así. La cola del pan en un dia de verano cualquiera, aquí en la Playa, es eso, una larga espera de unos 15/20 minutos que, además, dada su longitud, cuando te toca, tú que solo ibas a por una miserable barrita de pan francés, acabas comprando de todo: Pastas, una barra francesa, otra mediterránea y una chapata, pues piensas que después de tanta espera hay que aprovechar. Esa es, seguramente, la técnica con que nos atormentaban antes en el médico de la Seguridad Social, es decir, más de una hora de retraso y cuando te tocaba, pedías de todo (para la tos, el estreñimiento, las hemorroides, la lágrima seca, para el dolor de cervicales, acidez estomacal...), cosa que ahora han resuelto, dada la crisis y un buen estudio de marketing, y las citas se cumplen con una puntualidad teutónica y ya no dan ganas de pedir medicamento alguno.
- Bueno, el caso es que en la cola del pan de hoy me encuentro a un compañero de espera que me dice que es de Leganés, que tiene 83 años, que era encofrador de obras, que tiene un apartamento en la Plaza La Coruña y otro en El Campello, que su hermana murió a los 83, que se jubiló trabajando en la Constructora san Martín y mil cosas más: “Mire usted, esto es como en la postguerra, HACÍAMOS COLA PARA COMPRAR EL PAN”
– La espera ha dado para una larga conversación, pero cuando ya llegábamos a la zona VIP, es decir, cuando ya estábamos entrando en la tienda y el aroma a horno de pan bendito, mi compañero de viaje de hoy me dice: “¿Oiga, no será usted uno de esos que, como dice mi mujer, se pone en los sitios públicos a sacarle información a la gente mayor para luego atracarles o robarles en la casa?”
– Yo, no sin cierta sorpresa, me he quedado unos segundos, atónito, luego he arrancado a reír y luego he acertado a decirle; “No, hoy ha tenido usted suerte, amigo”
– Luego nos hemos reído los dos y nos hemos despedido como si nos conociéramos de toda la vida y el hombre, mientras me daba la mano, me dice; “Debería usted ser vendedor de algo, amigo”
– Y yo, claro, me he quedado riendo y pensando en esa sabiduría propia que siempre aportan la gente de cierta edad, que, aunque tengan tan solo algo más de la edad que yo sufro, a mí me parecen viejísimos, pues ya sabéis lo que decía Benedetti al respecto: "Cuando era niño, los viejos tendrían unos treinta", con lo cual, a mí, a la veterana juventud que tengo, todo el mundo de mi edad me parece eso, que son viejísimos (aquí iría un emoji de risas). Quizás deba verme en el espejo de nuestro amigo Perrotti - pensé.
- Como escribió Franz Kafka: "lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso. Yo no hago más que consignarlo".
Fuente: etarragof.blogspot.com