22 julio 2022
– Paseaba por la playa y empecé a oír, a mis espaldas, un ruido creciente que parecía una discusión entre dos personas ya veteranas, más o menos de mi edad, que lo hacían acaloradamente.
– Al pasar a mi lado oía como ella le decía a él: “No eres más que un egoísta, siempre tú y solo tú, los demás te hemos importado siempre una mierda“, y así, discutiendo, se fueron alejando delante mío a lo cual, a lo de que se alejen de mí, ya me voy acostumbrando pues ando como las tortugas y, además, para mejor semejanza, ya babeo, incluso.
– Pero, al rato, mientras ya su discusión me parecía imperceptible, a mí y a mi insensible oído izquierdo, de golpe vi cómo se paraban, se pusieron uno frente al otro y mientras ella levantaba la mano como cuando los curas dicen eso de Ite Missa est, él, con la cabeza gacha, iba asintiendo como uno de esos perritos que se colocaban en los coches de hace tres décadas.
– De pronto, hubo unos segundos de paz, sin movimiento alguno por parte de ambos y de golpe él, tímidamente, la cogió por los hombros, se la acercó y le plantó un beso en el morro, de esos de peliculón de los cincuenta, y así estuvieron otros tantos segundos.
– A continuación, él la cogió de la mano, y se pusieron a andar tranquilamente, como si el mundo nunca se hubiera detenido.
Fuente: etarragof.blogspot.com