Diario de una mañana escasamente romántica

 
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 Diario de una mañana escasamente romántica


- Hoy me salió un post insufrible. Lo siento.

24 enero 2022

– Leía esta madrugada que «La cuarta dosis de la vacuna triplica la protección contra el COVID-19 grave para los mayores de 60 años de edad, según los datos de Israel» y que «Covid: la OMS dice que ómicron puede significar el fin de la pandemia en Europa«.

– Yo, levantaba en armas mi moralidad y me contaba a mi otro oído, me refiero al malo: «Las razones que da la OMS para el pronóstico pasan por eso, por aceptar que en pocas semanas estaremos en eso que llaman inmunidad de rebaño y entonces, para qué pasaporte y para qué mascarillas. Estas variantes no están mandando a los enfermos al hospital masivamente y eso a los políticos les libera para seguir aceptando muertos a cambio de ponerse alguna medalla y, especialmente, para mejorar la economía que es lo que, al final, acaba echándolos cuando esta, la economía, va mal».

– Mi amigo Juan me dice-e que me nota algo bajo de moral y yo le contesto: «No, hombre, estoy pletórico, La pandemia ya se acaba según la OMS. Es que cuando oigo las noticias parece como si nadie estuviera muriendo por la COVID. Ya sé que muchos, como sería mi caso y el tuyo, tienen patologías que les hace muy vulnerables, pero a los que están muriendo cada día parece como si a nadie le importara su muerte.»

– Juan, sabio donde los haya, me cuenta-e, justificando la actitud del mundo: «Todo lo que se repite continuamente, aunque sea cierto, los humanos, desgraciadamente, lo normalizamos.»

– No obstante, superados los primeros albores de la mensajería electrónica de la madrugada, la vida informativa vuelve a su normalidad, es decir, en el panel principal se informa que parece que se está formando una gran tormenta de guerra en Ucrania, donde chocan los estúpidos intereses estratégicos por el poder entre Rusia y la OTAN, luchando por algo tan absurdo como es lo de seguir demostrando que la estupidez humana es tan grande que convierte a la especie en la única de este planeta que tiende a la autodestrucción.

– Intento por un momento olvidarme de que el mundo es mundo y lo consigo, me puse a ver fotografías antiguas de esos álbumes envueltos en polvo y hojas amarillentas, cuyo contenido es tan deseable como vetusto, y tan sorprendente como emocionante es ver su contenido.

– Dejé las fotografías, cogí mis notas donde apunto que libros he leído y en qué fecha, para poder volver a leerlos sin tener que odiarme por mi muy deteriorada memoria temprana, pero allí también guardo, celosamente, muchas notas que extraigo de ellos y hoy, como no dejaré aquí una de Oscar Wilde, que me pirra y que en tiempos de pandemia como los que vivimos puede ser una solución para nuestras maltratadas neuronas creativas:

«No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo.»


Fuente: etfreixes.blogspot.com
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