Somos seres furibundos que hemos aprendido a descreer del origen natural,
para ello inventamos los dioses, porque a través de ellos podemos justificar cualquier tipo de locura,
la cual se nos incrustó con premura entre las células neuronales, inclusive entre las adiposas y rectales,
en cuanto algún conspicuo descubrió la lectura de los signos zodiacales en desmedro de los signos vitales,
dando cabida a todo tipo de explicaciones para que tomen forma de aseveraciones,
abriendo desde entonces las puertas de las más absurdas especulaciones e interpretaciones,
con las que hoy tenemos al mundo al borde del colapso,
pues como todo prolapso, corrimos hacia la realidad nuestras interpretaciones de una forma de verdad,
siendo impuesta por los más inescrupulosos, pero que dócilmente aceptamos los melindrosos,
incapaces de enfrentar a una sociedad dirigida por tramposos y mentirosos.