Confiar y creer en bandidos y antisociales bien sabido que es pecado capital,
on consecuencias de envergaduras sustanciales y perversas,
ocurriendo con frecuencia y consistentemente entre los pueblos con sus dirigentes,
al entregarles a éstos una confianza que no se les puede dar.
Ambas partes han tomado en sus manos como albur los dineros públicos,
unos al omitir sus responsabilidades de control social y los otros al robarlo consistentemente,
transformando la riqueza personal en delito general para desconcierto de la realidad,
embargando a las generaciones futuras, a través de unos padres desnaturalizados,
quienes sin vergüenza se atreven a entregar lo que no es de ellos,
creando una particular duda sobre quien puede ser más pillo,
si el que roba o el que se deja robar.