Si alguna consideración se puede obtener y concluir después de las expectativas que surgen y se generan de las conferencias ambientales, tipo COP 26 de Glasgow, es que el planeta Tierra es para la humanidad ni más ni menos que una provocativa y hermosa prostituta, a la cual todo ser humano quiere tener a su disposición para violarla sin tener que sufrir ninguna consecuencia a cambio, ni legal ni económica, como tampoco moral o éticamente, inclusive se está encontrando en peores condiciones que una pobre y simple ramera de una calle de mala muerte, porque a ésta sus clientes al menos le reconocen cierto valor por el servicio que presta durante la actividad y el tiempo que ejerce, en cambio a la Tierra muy pocos quieren reconocerle su importancia y su función, sobre todo sus mayores violadores, o sea las grandes industrias, corporaciones, comerciantes y financistas, mucho menos entregarle el valor del costo que se estipula y requiere por utilizarla a modo de prostituta, simplemente ella debe estar tendida y dispuesta, piernas abiertas, para que cualquiera, sea hombre o mujer, incluyendo también en este símil de abuso sexista, a las demás variables de índole sexual, que a bien deseen, hacer con ella lo que a su consideración requieran.
Ante esta triste realidad, la cual debe experimentar en carne propia cualquiera o todos los que la violen y se aprovechen de ella, incluso el propio y sometido planeta, se vienen confrontando y enfrentando contra visiones y conceptos de toda índole, desde quienes consideran, como negacionistas del cambio climático, que apenas estamos pasando por un periodo de tiempo común y corriente, dentro de una normalidad que se ha dado muchas veces en un planeta como el nuestro, pues alegan, quienes así piensan, que ya antes el planeta ha sufrido etapas similares, y que a pesar de ello la vida sobre la Tierra, en el momento preciso en que sucedieron esas otras alteraciones, no se vio mayormente afectada por esas condiciones, provocadas en aquellas ocasiones por el aumento de la temperatura ambiental a raíz de erupciones volcánicas, o por la acidificación de los océanos debido a las lluvias acidas posteriores a las erupciones, ni por las demás circunstancias que en momentos dados de la evolución se han presentado naturalmente, sin embargo, aquellos que estos argumentos exponen no reconocen mayor importancia a las actividades y acciones humanas, más bien minimizan sus efectos, sin siquiera desarrollar ni exhibir soluciones que permitan convivir con las actividades, que ha criterio de la ciencia, de los científicos y de los ambientalistas requiere de acciones urgentes e inmediatas, ya que igualmente proceden, con su actitud displicente, a desconocer una cronología de los acontecimientos, al despreciar el tiempo recorrido desde la revolución industrial, como el más probable comienzo de todos los actuales problemas, ignorando o siendo indiferentes de las alternativas por decisiones que se necesitan tomar para mitigar los daños.
Como si fuéramos muy buenos proxenetas, de la Tierra, la especie humana actúa y le achaca todas las culpas y responsabilidades de los daños colaterales que surgen a partir de nuestras actividades, al mismo planeta, por permitir su violación, porque irracionalmente consideran que éste no tiene el tiempo ni los medios para auto repararse, además porque permite, convive y acepta que los sistemas de explotación humanos no respondan ni paguen por las consecuencias de actuar como lo vienen haciendo, por más que están dejando tras de si el reguero de problemas que estamos sufriendo desde hace tiempo, muchos de ellos irreversibles, como la cantidad de otras especies que ya han desaparecido, y por las que están próximas a hacerlo, a raíz de las reacciones alérgicas y directas del planeta a los abusos consecutivos y permanentes, desde que asumimos como modo de vida el actual modelo de desarrollo, en el cual prima la explotación y el uso de los recursos naturales sin restricciones ni medidas de amparo, igualmente con la acumulación de riqueza, la corporatocracia, la inequidad manifiesta y actuaciones similares.
Ya es momento propicio para qué, como los principales responsables de lo que está ocurriendo, empecemos a comportarnos diferente.