Luchando contra nuestros demonios internos,
a mayoría de los seres humanos desfallecemos
ante el primer encuentro contra ellos,
aceptando, fácilmente, las consecuencias
que producen las derrotas, conduciendo las ideas que brotan,
desde nuestros cerebros lavados y descompuestos,
hacia las acciones que hoy generan la desaparición
de un mundo construido sobre nuestra propia imaginación,
sostenida ésta por una falsa ilusión
dentro de unos sueños individuales,
en los cuales sólo se comparten las ansiedades del egoísmo impuro,
en cuanto cada uno se impone sobre el otro.