Efluvios miasmáticos eclosionan desde las miasis cutáneas, cual voraces nuches,
iendo en realidad ideas inhumanas brotando de las cabezas humanas,
transformándose después en hambrientas moscas carnívoras,
quienes salen a buscar, desenfrenadamente, la piel de un planeta inerme,
o las de los cuerpos depuestos de unos seres expuestos y sin poderse defender,
para alimentarse de ellos, dejando tras de sí las huellas de un frenesí sin control y sin final,
reclamando luego, dependiendo del humano, ya sea a un dios o a su destino,
por las consecuencias que sus actos provocan,
ocurriendo algo similar a cuando se juega a la loca en una ruleta rusa,
esperando simplemente, al final, saber cuál es la suerte que le toca.