Imagen: Robert Doisneau
12 abril 2021
- Hablan, vociferan, todos hablan de lo suyo, los más, relatan historias imposibles y cuando ellos hacen preguntas, apenas puedes responder ya que enseguida te cortan para seguir en su siempre más importante relato para que sepamos quien es el que la tiene más gorda.
- Cuando alguno de los sabios veteranos va y dice algo sobre la bondad de los mártires de la fe o de las costumbres sexuales de la vecina de Andrés, (con la que él, el Andrés, sueña eternamente), entonces el más listo, (que siempre es un defensor a ultranza de los extremos de uno u otro color político, sea falangista, sindicalista o putero de la nuit de las lucecitas), se descuelga con eso que tanto jode a cualquiera que quiere contar algo: "Eso son tonterías" o un aún más hiriente ..."Venga, eso no es cierto".
- También has de ir con cuidado al encontrarte con ellos ya que si sueltas el clásico “holaquetalcomoestás”, van y te lo cuentan y puede que en media hora no puedas meter baza. Yo lo he conseguido hoy, lo de meter baza, y me he pedido un 80/20 en un lapsus tusígeno de dos de ellos y, ah, cuando ese uno son dos, entonces lo mejor que puedes hacer es no insistir en entablar conservación alguna, solo puedes jugar a que cuando te dejan hablar por alguna extraña o jodida razón, a contar los segundos que tardarán en cortarte.
- Lo notas en su mirada, no te van a escuchar, hablan con la mirada vacía, como lanzada al infinito, con verborrea, con entusiasmo mesiánico, no quieren escuchar a nadie, su ego anda herido y su soledad interior, familiar, social y sexual, es de máximo nivel versión tres punto cero, necesitan hacerse notar.
- Aunque sea algo cruel y hasta grotesco, podéis probar a lo que yo hago alguna vez: “Tengo un cáncer de lo que sea y me han dado tres meses de vida”. Entonces, lo más fácil es que te contesten cualquier cosa, es decir, ni te han oído. Puede que te digan que a su padre le han salido unos bultos en las piernas y que le han dicho que son bolas de grasa o también te pueden salir con eso tan recurrente de que el perro mea sangre o bebe leche de vaca en un plato.
- El caso es que al final, cuando ya han soltado todos sus excrementos internos por la boca, entonces viene lo mejor de los cafés de la madrugada, sí, van y te dicen; “Me alegro mucho de que estés bien, Enrique”. Matarlos no, claro, pero si no fuera por que les quiero tanto, les mandaría a Misa de ocho a rezar el rosario que es a la hora en la que solo van las beatas y no aparece ninguna de las sesentañeras de buen ver, falda tubo y tacón, que alegran hasta al Santo de la esquina, cuyo venerable nombre no recuerdo ahora.
- Son mis amigos, son muy especiales, bien escogidos, solo pasa que se han hecho viejos y nadie les hace ni puto caso en parte alguna y es ahí, a la hora del café madrugador, cuando se convierten en lo que son, son y somos, el grupo de los decrépitos aunque simpáticos veteranos de la guerra social de los 60, pero insoportablemente IMPENETRABLES, pues solo van y vamos, como los políticos, a ser escuchados y nada de preguntas, qué coño querrán saber con lo bien que se explican ... y explicamos.
- Su verborrea y el martirio verbal al prójimo, es su penitencia y su desahogo, es como jugar al frontón pero sin pelota, como dormir en una cama sin mujer o como tomarte un vino de garrafón en vaso caliente, sí, te lo pasas de pura madre, vas contando no se qué pero da igual lo importante es que parezca que existes y, además, que te lo creas.
- Ah, y no hablo de sexo, que aunque no venga al caso, pues también ... o eso creo. Son solo los cafés de la madrugada con los chicos del quiosco, de la cola del pan, del compañero de banco playero ... de la gente que ama la vida aunque no lo sepan, no sabiéndolo ni ellos, ni quienes deberían hacérselo creer.
- Dios mío, cómo añoro esas madrugadas.
Fuente: etarragof.blogspot.com
