Imagen: Historias de 1920
21 febrero 2021
-Me levanté con ganas de saber, de conocerme tal como soy yo, hoy, en esta cuarta edad de mi vida neuronalmente intensa y desgastada por un gen inconexo y una cruel pandemia. Tiempos difíciles, pensé.
-No sé que me pasa últimamente, pero tengo la impresión de que tengo una vida paralela, la cual, y por cierto, me resulta de muy fácil adaptación, incluso siento algún cosquilleo morboso que hace sentirme incluso mejor que nunca.
-De pronto y sin más, reí, cambié el semblante, quizás haya llorado, pero sentí quererme, no sé si quererme dar cien latigazos o besarme en los morros como quisiera hacer la bendita capitana del rosario de las ocho con cualquiera de sus apóstoles cual somos todos los que adoramos su buen hacer, pero estaba descubriendo, una vez más, que no me debiera estar permitido caer en el desaliento y oí, nuevamente, a mi otro yo: “Enrique, a ti lo que te hace falta es una salida a tus vicios matinales, a tus Misas, a tu Quiosco, a dorarle la píldora a la niña de la Cofia y a sus negros cafés, a enrollarte venialmente con la chica de las verduras y a decirle a la musculada panadera que su pan es el mejor del escenario playero que jamás haya conocido mortal alguno. Todo eso y mucho más, es lo que nos une a todos los chicos del PREU cada mañana. Torear, flirtear, contar historias, recibir abrazos, lanzar reclamos estúpidamente sensuales, pero fundamentalmente tocar el el pelo del pubis de la ya casi olvidada cotidianidad, eso es lo que te hace falta, Enrique”.
-Y así, tal cual, empecé a sonreír, a vivir este nuevo regalo que se llama nuevo día y a soñar en que el calendario, más pronto que tarde, nos devolverá la vida que perdimos con la llegada de la COVID-19
Fuente: etfreixes.blogspot.com