Pintura: Nacho Puerto
19 junio 2015
Nunca fue una chica fácil, ni la vida se la pusieron en bandeja. Una dura infancia y una época muy austera, le forjaron un carácter duro, receloso y de corazón indomable, irreductible pero incomparable una vez abierto. Ella no entendía, ni perdonaba, la infidelidad en la pareja, en la familia y en los amigos que, poco a poco, por una u otra razón, pero , especialmente, por esa moral que ella sabía llevar hasta el último extremo, se fue quedando sin ellos. Solo tuvo un amor y lo mantuvo hasta su muerte, la de él, y ahora vive enfadada con él por haber incumplido su pacto secreto de que era ella la que tenía que haber muerto antes. Él murió hace ocho años y aunque se lo dejó todo arreglado, ella no sabe vivir sin él. Cada rincón, cada recuerdo, cada vez que ve a su nieto, cada imagen, todo, le recuerda a él. Ella vive sola porque aunque tiene mil dolores, eso no le impide ser válida para casi todo y, conociéndose, prefiere seguir llevándose bien con su hijo y su nuera y para eso ella sabe que lo mejor es la distancia en las alcobas. Piensa, cada mañana, cuando se levanta, que no vale la pena vivir, pero al rato y pensando que cuando llegue el último camino, bienvenido será, apoya su cabeza en el sofá, cierra los ojos y por su imaginación no pasa otra cosa que una parte de aquellos cincuenta y cinco felices años vividos con él, con su único amor, hacerlo la hace sentirse bien, feliz y con renovadas ganas de que llegue otro amanecer para seguir recordando esos viejos y felices momentos. Ella, siempre, fue una mujer admirable, querida por más gente que ella quiso, pero tuvo una especial virtud: Supo amar siempre hasta la muerte y … hasta después de ella.
N: Dudé entre dos títulos para esta entrada muy especial, pero, finalmente, opté por los dos.
Fuente: etarragof.tumblr.com