El nuevo vuelo de Sandy Gaviota

 
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Es indudable que la palabra y la poesía se conjugan en circunstancias únicas y excepcionales; una de ellas es la presencia de un poeta entre los hombres. Parece elemental, pero no lo es, por la sencilla razón que la poesía también puede existir y presentarse en ausencia de ellos. Un atardecer será un atardecer sin necesidad de que alguien lo contemple, una noche estrellada o una tarde de lluvia no requieren de la aprobación de una mirada para entregarse generosas y radiantes. Todo es poesía, el grito y el silencio, la mirada y la ceguera, la palabra y el temor. La excepcionalidad de personifica cuando en medio de cada uno de estos sentimientos aparece la figura del poeta, que con nuevas miradas y renovados sentimientos transforma la misma existencia.



En el caso que nos ocupa el milagro es por partida doble, Sandra Pinzón Aguirre, Sandy Gaviota, se hace palabra para transmitirnos la poesía. La encarna, la vive, la sufre, la padece, la vuelve gloria y sentir. Es casi que imposible imaginar a Sandy Gaviota sin pensar en la misma poesía, en la instantánea palabra que nos transporta hacia nuevos mundos donde todo es posible y nada nos es negado. El universo puede ser un beso o una simple rosa pintada de magia; en ella se conjuga la esencia misma de la palabra para introducirnos por esos insondables mundos que hace mucho se sentían extraviados. Su sola presencia, su sola mención evoca a la Palabra y la transforma en poesía.

Escuchar, leer o transitar por su palabra es atreverse a soñar y volar con los ojos abiertos al universo y en las alas superiores de la imaginación. Todo en ella se vuelve luz, hasta las mismas sombras que toca con su pincel de niña grande y sus ojos de ensoñación. De tanto hacer poesía, se hizo poesía; de tanto crear mundos se hizo universo en el cual orbitan seres de distinta y diferente índole. Una mariposa es la expresión de una flor libre y soberana, un sol la forma radiante de pintarnos un corazón. A Sandy Gaviota le ocurrió lo que, al hada de cuentos infantiles, se hizo realidad en su propio mundo de ensoñación, quedó atrapada entre sus propias redes hechas de palabras, durmiente en ese bosque labrado de deseos e imposibilidades. Se hizo prisionera de si misma para rescatar lo más valiosos de su ser: la Palabra.

Y en esos mismos parajes y sensaciones nos pinta hoy su mágica carrera de forjadora de imposibles, transcurre su niñez en medio de todo aquello que presiente; su adolescencia entre estructuras de cristal; su madurez frente a castillos y reinos habitados por palabras y signos que nos conducen a la Poesía.

Pocos seres se consagran con tanto ahínco y fe a la Palabra. Sandy Gaviota es uno de ellos, quizá quien con mayor rigurosidad en Colombia nos ha dado ejemplo de constancia en el arduo y a la vez honroso sentido de la Palabra. Ya es sinónimo de poesía al extremo de que su sola evocación nos remite al acto poético, se hizo alquimista que en vez de oro transmuta pensamientos, ideas y sensaciones en su propio estilo de vida. Un árbol, por ejemplo, no es el mismo sin sus impresiones y sobresaltos; lo mismo una cascada o el vuelo de una mariposa. Todo se hace Sandy, se transforma en Gaviota, se convierte en una nueva esencia de vida.

En buena hora una editorial seria y generosa le brinda la oportunidad de llevar su Palabra a un público mayor, que sabrá apreciar las calidades y calideces de Sandy Gaviota. Falta que nos hace a los hombres elevarnos a los insondables cielos de la poesía, pues sin ella nos hemos convertido en terreno árido y estéril para las cosas buenas y maravillosas de la existencia.

Un vuelo más, pero no el último. Quizá el que nos conduzca a ese reino que hasta el momento nos ha sido vedado en apremio a nuestras afugias existenciales. Gracias Bella y excepcional Gaviota por compartirnos tu vuelo, por brindarnos generosamente esa sonrisa que nos permite abrevar en los caminos de la Palabra.


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