Martín 'Cochise' Rodríguez, una leyenda de superación y sacrificio

 
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La leyenda de 'Cochise' En 1970, hace 50 años, Martín Emilio Rodríguez rompió el récord de la hora. La historia de un mito.

 Martín 'Cochise' Rodríguez, una leyenda de superación y sacrificio

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Por: por: Mauricio Silva Guzmán 26 de febrero 2020, 01:18 p.m.

Fotos Luis Salgado, Wikipedia, Pulzo.com, Señal Memoria, El Universal, Revista Mundo Ciclístico, Minuto 30.com, Radionacional de Colombia.

Hace 50 años, en octubre de 1970, Martín Emilio rodríguez rompió el récord de la hora en ciudad de México. Aquella hazaña no solo paralizó al país, sino que partió para siempre la historia del deporte colombiano. 'Cochise', que ya había ganado cuatro vueltas a Colombia y un oro en los juegos panamericanos de Winnipeg, se convirtió en leyenda. Un año después, en 1971, repitió en los panamericanos de Cali, fue campeón amateur del mundo y, en 1973, fue el primer latinoamericano en ganar una etapa en una de las tres grandes vueltas: el giro de Italia. Estos son los recuerdos deportivos de quien fue declarado el deportista colombiano del siglo xx.
En 1970, el ciclista Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez era la estrella rutilante del deporte colombiano. Era, de lejos, el ídolo más grande del pueblo.

A lo largo y ancho del territorio nacional, su nombre, siempre pronunciado de corrido con su apodo, era la encarnación de la gloria. Y su figura, de piernas, pelo y patillas largas, era la de un ícono.

En 1961, con tan solo 18 años, el paisa debutó en la Vuelta a Colombia y alcanzó el título de mejor novato y el sexto lugar de la clasificación general. Dos años después, en 1963, a sus 20 años, ganó su primera Vuelta (por entonces, el evento deportivo más importante de la nación), título que repitió en 1964, 1966 y 1967. Incluso, dejó un récord prácticamente imbatible para la competencia: ganó 39 etapas.

En julio del 67, trajo para Colombia un oro de los Juegos Panamericanos de Winnipeg y, en 1968, repitió el triunfo en la Vuelta al Táchira, en Venezuela, que ya había ganado en 1966 y que volvería a ganar en 1971. Por aquellos días, sus conquistas magistrales y sus declaraciones extrovertidas le aseguraron tal popularidad que parecía que, a lo largo y ancho del territorio, no había un colombiano superior a él.

En 1969, una hepatitis casi lo retira del deporte. Pero se recuperó y, muy consciente de su papel de ídolo, quiso pasar a la historia. Entonces, se lanzó a sacar adelante una empresa titánica: romper el récord mundial de la hora. La fecha sería el 7 de octubre de 1970 y el lugar, el velódromo Agustín Melgar, de Ciudad de México.

La prueba, que consiste en pedalear en solitario en una pista con el único fin de hacer la mayor distancia posible en una hora, casi no la termina: “Me sentí cansado, pensé que me iba a retirar, me sentí perdido, pero unos niños me animaron, gritaron mi nombre, y eso me hizo retomar las fuerzas para terminar”, recuerda.

Pero la culminó y con éxito: batió la marca mundial. Logró hacer 47 kilómetros, 563 metros y 24 centímetros. Había superado en 39 metros y 45 centímetros al danés Mogens Frey Jensen, que, a su vez, había batido el récord el año anterior. Con ese registro, el colombiano se convirtió en el segundo latinoamericano en conseguirlo. Su antecesor había sido el mexicano Radamés Treviño, que también había hecho la marca en 1969.

Cuando se cumplieron los 60 minutos exactos, Cochise se bajó de la bicicleta y se sentó en el suelo al borde del desmayo. Tras el esfuerzo, había perdido poco menos de tres kilos: empezó la prueba con 75 kilos y terminó con 72.050. Los mexicanos, con cerrada ovación, hicieron el triunfo como suyo y al colombiano le dieron carácter de héroe.

Mientras tanto, el pueblo colombiano siguió la gesta por la radio. Cinco días después, desde el aeropuerto hasta el centro de Bogotá, miles de personas acompañaron la caravana para saludar al campeón. Aquella hazaña no solo paralizó al país, sino que partió para siempre la historia del deporte colombiano.

Hace 50 años, Cochise era una deidad.

Hoy, a sus 77 años, todo lo recuerda con miedosa exactitud. Y mientras el pueblo lo saluda con intacto entusiasmo, él todavía monta en su bicicleta por las calles de su ciudad natal. Sigue siendo una leyenda de excepción.

Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez (Medellín, 1942), fue declarado por Coldeportes, en el año 2000, como el Deportista Colombiano del Siglo XX. Esta es la leyenda de Cochise.
Debe ser la pregunta que más le han hecho en su vida: ¿de dónde salió su apodo?
Sí, me la hacen todo el tiempo. ‘Cochise’ salió de una película de vaqueros y de indios que se llamaba La flecha rota. Así se llamaba el protagonista. Después de que la vi, les dije a todos en el barrio que me llamaran así.

Entiendo que usted, huérfano de papá, tuvo que convertirse en un niño trabajador y que su primer trabajo fue hacer domicilios en bicicleta.

Lo primero que hice fue ayudarles a las señoras a bajar el mercado que llevaban de la Plaza de Cisneros. Entonces ellas viajaban a los barrios en camionetas y yo me iba ahí para bajarles los canastos. Me regalaban veinte centavitos o me daban desayuno: huevitos con arroz, calentado. Ya después, cuando tenía 14 años, mi hermana me prestó quince pesos para comprar una bicicleta, una “paletera”.

¿Cuáles fueron sus primeros domicilios?

En una farmacia que se llamaba La Botica. Entré a trabajar como mensajero, pagaban por fichos y a la semana también tenía un sueldo, pero muy bajito. A uno le daban un ficho por cada mandado, de un centavo, me parece. Yo iba por los fichos porque se acumulaban y servían de mucho.

¿Es cierto que, gracias a su rapidez, las farmacias de la zona se lo empezaron a pelear?

Sí, pasé para Droguerías Continental, en esa misma bicicleta, que servía, pero no era la ideal. De ahí salí para una que llamaba Santa Clara, que quedaba por el barrio donde yo vivía, Manrique. Allá fue donde me dijeron que llevara un domicilio de afán a un apartamento; había que subir unos dos kilómetros, más o menos. Yo lo llevé rápido, como me lo pidieron. Y volví. Cuando me vieron ahí sentado me dijeron: “¿qué hubo del domicilio?, ¿no lo ha llevado?”. Y yo dije: “ya lo llevé”. Entonces llamaron a verificar a ver si lo había llevado y se asustaron porque, cuando les confirmaron, me dijeron: “Usted hizo un récord”. El administrador me dijo que por qué no cambiaba esa bicicleta y les dije que si me prestaban la plata, pues claro. La que quería valía como setenta pesos y la compré: una Monark turismera a la que le puse parrilla para seguir trabajando y, los domingos, le quitaba la parrilla para correr en ella. Así fue como empecé a ganar las carreras cada ocho días. Con esa misma bicicleta empecé a ganar en torneos, hasta que me gané uno cuyo premio era una bici de semicarreras. Y ahí sí empecé a ganar mucho más.

Fue a sus 15 años cuando compitió por primera vez. ¿Recuerda qué carrera fue?

Fue con la primera bicicleta. Contra doscientos turismeros. Una Medellín–Barbosa–Medellín, con descansadita de media hora en Barbosa. A la venida me acalambré y me retiré. Yo no volví a correr hasta cuando entré a trabajar en esa farmacia que fue donde me prestaron para la turismera Monark.

Y cuál fue la primera competencia que ganó.

Fue una doble a San Pedro de los Milagros, gané subiendo. Y después, una doble a Belmira. Y después una vuelta a Oriente y después ya cada ocho días ya ganaba ‘Cochise’.

¿Su mamá lo apoyó?

Sí. De hecho me hacía unos brebajes de hígado crudo con zanahoria y remolacha. ¡Uyyy!, eso sabía muy maluco, pero con eso volaba.

¿Quiénes fueron sus patrocinadores por esas épocas?

Todavía no se vislumbraban patrocinadores. Solo había una señora que llamaba Isabelita Ángel. Ella fue la que empezó a ayudarme y a acompañarme. Ella era la secretaria del Club Mediofondo y me empezó a acompañar en su carrito, un Opel. Después empecé a hablar con sus hermanos, porque ellos eran los dueños de Caribú. Ellos me metieron al equipo Caribú, y a los 18 hice mi primera Vuelta a Colombia.

Además, entiendo, trabajó en Caribú, que era una fábrica de jeans.

No hacía nada diferente a empacar bluyines. Luego los despachaba para el almacén. Por la mañana me daban permiso para entrenar.

¿Cómo fue su experiencia en su primera Vuelta a Colombia?

El capo era el ‘Ñato’ Suárez y yo iba a colaborarle a él. Pero él se cayó bajando de Letras. Yo me quedé paralizado esperando a ver qué decía el entrenador Ricardo Pinta Zea. Cuando él vio que el ‘Ñato’ estaba medio grogui, me dijo que siguiera. Quedé de sexto en la general y campeón de los novatos. Nada mal.

¿El ‘Ñato’ Suárez fue el mejor escalador de su época?

Sí. Sin duda. Ya después vino Patrocinio Jiménez y luego ‘Lucho’. El mejor escalador que ha tenido Colombia se llama ‘Lucho’ Herrera, más que Nairo y aún no sé si más que Egan.

Ya que señala semejantes nombres, según su amplia experiencia, ¿cuáles son los cinco grandes ciclistas en la historia del ciclismo colombiano?

Un pistero, ‘Papaya’ Vanegas; un esprínter, Jaime Galeano; un escalador, ‘Lucho Herrera; un pasista, Luis H. Díaz y el quinto soy yo, pues era muy parejo.

Volvamos a sus inicios. En 1962, usted representó a Colombia en los Centroamericanos de Kingston. Y ganó en los 4.000 metros. ¿Cómo llegó a ser un gran pistero?

El que me indujo en ‘la persecución’ fue el doctor Vinicio Echeverri. Él empezó a cronometrarme en el velódromo que, mire usted, hoy lleva mi nombre. Incluso me consiguió la bicicleta de pista. Todo ese proceso fue muy rápido. Gracias a él logré los tiempos para Kingston. Lo que no me esperaba era traer la de oro.

¿Cómo fue ganar por primera vez la Vuelta a Colombia?

Yo no era un trepador como era el ‘Ñato’. Entonces nos íbamos para San Jerónimo y le decía: “Usted me arranca, yo lo sigo y lo remato”. Luego cambiábamos y él me remataba. Así aprendí a escalar, porque yo era más pasista, tanto que, por eso, el doctor Vinicio me metió a la persecución. El caso es que gané mi primera Vuelta porque ya sabía subir. Y al año siguiente repetí.

Aún era entre trochas, ¿cierto?

Las carreteras en realidad aún eran destapadas, había que ponerles tubulares muy gruesos a las bicicletas para que rodaran bien y no se hundieran en esa gravilla. Uno se iba por la orilla, por un caminito que dejaban los carros. Todos nos caíamos. Una vez, de bruto, me reí de un compañero que se cayó de una manera muy chistosa y ese hombre casi me mete la mano.

En 1966, usted ganó la primera Vuelta al Táchira. Ese fue otro punto alto de sus inicios.

La primera Vuelta al Táchira fue totalmente destapada. No había un metro de pavimento. En una etapa yo me gasté como doce tubulares, tanto que tuvimos que mandar por tubulares a Colombia. Fue un triunfo muy emotivo.


Al año siguiente, usted ganó el oro en los Panamericanos de Winnipeg. ¿A qué se debe que fuera tan bueno en los cuatro mil metros?

La contextura. Tenía 1.80 de estatura, pero ya estoy más chiquito. [Risas].

En 1969, usted casi se retira del ciclismo por una hepatitis. ¿Qué pasó?

Nunca supimos. Yo creo que fueron las comidas crudas, aunque me hablaban de un virus. Pero, creo, que eso fue la alimentación que entonces era cualquier cosa. Pensé que hasta ahí llegaba mi carrera, pero los médicos me trataron muy bien y esa hepatitis quedó abolida.

¿Por qué decidió romper el récord de la hora?

Quería dejar una marca bien importante, pero lo que no sabía es que me iba a bajar con semejante dolor de nalga tan verraco, no me podía sentar ni en plumas.

¿Cuál es la clave de esa prueba?

Mantener un ritmo, la cadencia y no perder nunca la concentración. Creo que es la prueba más difícil, la más dura, pero la más bonita.

¿Es cierto que fueron unos niños los que lo animaron a romper la marca?

A mitad de la prueba me sentí cansado, pensé que me iba a retirar, me sentí perdido, pero unos niños me animaron, gritaron mi nombre, y eso me hizo retomar las fuerzas para terminar.

¿Verdad que perdió tres kilos en esa prueba?

Eso fue poquito para lo que fue el esfuerzo. Eso es muy verraco.

Actualmente, el récord de la hora lo tiene el ciclista belga Victor Campenaerts, con 55 kilómetros y 89 metros. También lo hizo en México, en el velódromo de Aguascalientes. ¿Qué opina de esa marca?

Asombrosa. Pero son otras épocas, otras bicicletas, otras condiciones.

1971 fue, probablemente, su mejor año: ganó Táchira, los Panamericanos de Cali, se casó y fue campeón Mundial.

Sí. Me casé antecitos de los Panamericanos. Gané la prueba de los 2.000 metros individual y los 4 X 1000 por equipos. Pero hubo controversia porque el entrenador, viendo que yo me había casado, que no sé qué, creyó que yo andaba de luna de miel y que me había desgastado y que por eso habíamos perdido los cien kilómetros por equipos, y la verdad es que Álvaro Pachón y yo nos quedamos sin hidratación. El caso es que el entrenador no me iba a poner a correr los cuatro mil metros. Pero afortunadamente optó por ponerme a mí y les ganamos a los argentinos.

Después de los Panamericanos, usted se fue para los mundiales en Varese, Italia, y ganó en los 4000 persecución. Entiendo que fue uno de los campeones aficionados más viejos de la historia, con 29 años.

En ese tiempo nuestros equipos no eran considerados profesionales y, además, uno no cobraba nada, por eso ahí era aficionado.

Entiendo que hizo la prueba con una bicicleta que no era para persecución individual.

Yo siempre corrí con la misma bicicleta que, por cierto, me la ayudó a conseguir Mario ‘Papaya’ Vanegas en Tokio. Con esa corrí los Centroamericanos, Panamericanos y el Mundial, pero no era para persecutor, era más bien para velocista. Pero era mía y era lo que había. Allá fue que me di cuenta de que los otros tenían las que eran.

Ese mundial paralizó al país. La anécdota que quedó es que la transmisión televisiva era tan difusa que el narrador, ‘El Macanudo’ Arrastía Bricca, se equivocó y dijo que usted no había ganado sino su contrincante.

Luego supe que Alberto Piedrahíta, que en paz descanse, le dijo: “No, no, no. Es Cochise el que ganó la prueba”. Entonces Arrastía dijo al aire: “Es la mejor equivocación de mi vida”.

Apenas usted ganó y cruzó la meta, lo comunicaron con el presidente Misael Pastrana y le ofreció una casita. ¿Finalmente esa casita se la dieron?
No, no me dieron nada.

¿Cuál fue el más grande recibimiento que le dio el pueblo colombiano? ¿Después de romper el récord de la hora o después de ganar el mundial?

El del récord de la hora en México, por ser el primero, eso fue muy especial. Pero yo creo que el de Varese hizo mucho más ruido. En ambos, la calle 26 parecía como si hubiera llegado el Papa. Es que eran los primeros títulos que conseguía el país, entonces la gente salió desbordadamente. En Medellín me llevaron en el carro de Bomberos a hacer un recorrido y de los edificios tiraban confetis. Eso fue una locura, una cosa muy bonita para cualquier deportista.

Después de ese Mundial vino el escándalo por su desestimación de los Juegos Olímpicos. ¿Qué pasó?

Un día, entrenando en México, me puse una camiseta del ciclista Ole Ritter, que iba a intentar romper el récord mundial de la hora en esa pista donde estábamos nosotros, entonces yo lo acompañé. El caso es que me puse la camiseta de él y de su equipo y me hicieron fotos. Pues un barranquillero llamado Edgar A. Senior mandó las fotos a la UCI y me denunció.

Argumentó que usted no era aficionado sino profesional y que usted se burlaba del Comité Olímpico. ¿Por qué cree que hizo eso?

Porque se le dio la gana y porque me quiso joder. Y por eso no pude ir a Munich 72. Y por eso Colombia se privó de una posible medalla. Yo me estaba preparando muy bien para eso.
A raíz de ese episodio usted pronunció una famosa frase histórica: “En Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer”.

Sí, por ese señor, porque él no tenía nexos como dirigente, ni como entrenador, ni como deportista, ni nada. Era un aparecido que actuó por pura envidia.

Después de eso, el famoso poeta nadaísta Gonzalo Arango le hizo un histórico reportaje en su casa, en el que dijo que usted tenía el Sagrado Corazón más feo del mundo. ¿Es cierto que pelearon por eso?

No. Ni me disgustó ni nada. El Sagrado Corazón era de mi mamá y fue a ella a la que le impactó que él haya dicho eso.

Usted tiene ese curioso récord de haberse convertido en profesional del ciclismo a los 31 años. Ya sabemos las razones, pero, ¿le costó llegar a Europa a esa edad?

‘Cochise’ ya tenía una carta de presentación, pero de todas maneras era muy difícil.

¿Cómo llegó al Bianchi-Campagnolo, del gran campeón Felice Gimondi?

Por intermedio de Claudio Costa, que fue el entrenador que me habían conseguido para las pruebas de pista, desde el récord de la hora. Cuando ya me declararon profesional, él habló con su hermano, que era entrenador allá en Italia, y él habló con Gimondi y me recibieron. Pero me recibieron con mucho recelo y con mucha expectativa. Además yo tenía buen pelo, llegué peludo y patilludo, entonces me miraban como raro. Ya después empezamos a ganar cosas y ya el público empezó a tener esa mirada hacia ‘Cochise’. Además hice buena amistad con Gimondi y eso ayudó mucho.

Usted fue el primer colombiano y latinoamericano que ganó una primera etapa en una de las tres grandes vueltas: el Giro de Italia de 1973. ¿Cómo fue?

Fui a controlar la fuga y de pronto ya faltaba poquito para la meta, unos 15 kilómetros. Entonces nos escapamos como 15 corredores y yo le dije al entrenador: “¿Qué hago, paro o sigo ahí?”. Y me dijo: “Siga ahí y no jale del lote”. Entonces yo dije: “Aquí hay un poco de esprinteros, mejor salgo a ver qué pasa”. Y partí. Faltaban cinco kilómetros y les saqué una pequeña ventaja. Llegando a la meta me pasaron casi tumbándome. Si me demoro un segundo más y me pasan no hubiera habido primera etapa para Colombia.

Usted también fue el primer colombiano que corrió en un Tour de Francia, en 1975. ¿Es cierto que hizo un gran ‘oso’ en su debut en La Grande Boucle?

Sí, porque con mi compañero hablamos y decidimos embalar hacia la meta. Así lo hicimos y creímos que habíamos ganado la etapa y hasta levantamos la mano. Pero había que dar otro circuito. Nosotros estábamos prácticamente parando cuando los otros siguieron dándole. Luego ya nos alcanzó el lote y nos cazó. ¡Qué oso tan verraco! Luego me desquité porque gané otra etapa en el Giro del 75.

Después del Tour de Francia y del Giro del 75, usted encargó un bebé y empezó a pensar en el retiro.

Sí, yo prácticamente ya había corrido todo y empecé a pensarlo. De hecho vine a Colombia y corrí como tres años más. Pero en efecto, mi esposa había quedado en embarazo y decidimos quedarnos aquí en Colombia y no regresamos a Europa. Allá me estaban esperando.

¿Recuerda la última etapa que usted ganó en la Vuelta a Colombia, con la que impuso un récord prácticamente imbatible: 39 etapas en la Vuelta Colombia?

Fue en 1980, entre Tuluá a Pereira. Era el desempate con Ramón Hoyos, ambos teníamos 38 etapas. Así quedé con una más que él, 39. Es un lindo récord, ¿no?

¿Esa fue su etapa más sentida en la Vuelta a Colombia o tiene otra etapa que le haya llegado más?

Fue la primera, en mi debut, de Armenia a Tuluá. Eso fue muy emocionante.

En 1980 se retiró del ciclismo de alta competencia. ¿Le dio duro?

Y a quién no. Pero nunca me retiré de la bicicleta, la llevo en el corazón. Todos los días monto y aún compito, así sea con mis amigos viejitos. Pero la gente no me retira. Sigo siendo ‘Cochise’.

Entre muchas de sus frases también dijo: “Para ser un gran campeón hay que tener hambre”. ¿Fue su clave?

Si uno no tiene corazón para esto, chao. Esto es cuestión de amor, ganas, sacrificio y disciplina. Y para poder uno surgir, tiene que tener hambre todos los días. Yo quise ser grande y me parece que lo fui.

En el año 2000, Coldeportes lo eligió como el Deportista del Siglo XX. ¿Es usted el deportista colombiano de todos los tiempos?

Dejémoslo del siglo XX. Estos pelados que vienen son unas fieras.

Por: Mauricio Silva Guzmán
Fotografía: Pablo Salgado
Revista Bocas
Edición 93, febrero - marzo 2020

Publicado en:

https://www.eltiempo.com/bocas/cochise-50-anos-del-record-de-la-hora-465650



Fuente: www.eltiempo.com
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