LAS COLUMNAS DEL PÓRTICO
Respecto del templo de Salomón dice el ritual inglés:
Por lo atinente a este magnífico edificio, nada hay tan notable ni que más particularmente atraiga la atención que las dos grandes columnas erigidas en el pórtico.
Sigue el ritual explicando que estas dos columnas estaban en la entrada del templo para que los hijos de Israel, yentes y vinientes de la adoración, recordaran la columna de fuego que los alumbró al huir de la esclavitud de Egipto, y la columna de nube que obscureció al Faraón y su ejército que los perseguían.
Todas las descripciones conocidas, menos una, concuerdan en señalar en diez y ocho codos la altura de las columnas y en cinco la del capitel, pero como éste recubre medio codo del extremo superior del fuste, la altura total queda en 220 codos. Ahora bien; como quiera que un codo equivale a 457 m/m resulta que la total altura de la columna era de 8'230 mts. La circunferencia o vuelo del fuste era de doce codos o sean 5'486 mts., lo que da un diámetro de 1'746 mts.
Las columnas estaban huecas y el espesor de sus paredes medía unos 75 m/m aunque a veces se dice que era de 100 m/m. En la parte posterior de cada columna, de modo que no pudiera verse desde el frente, había tres puertecitas, una sobre otra, de suerte que el fuste de la columna estaba dividido interiormente en cajas donde se guardaban los archivos, los libros de la Ley y otros documentos.
El capitel tenía forma de urna con un disco superpuesto a través del cual continuaba; la curva ascendente de la urna y proyectaba encima del disco el segmento de una esfera que no se veía al mirar la columna desde su base. Resulta más exacto señalar su forma no era exactamente esférica, sino más bien un esferoide achatado. La misma configuración tenía en la primitiva columna de piedra que ocupaba análogo lugar en el templo egipcio, cuya simbología copió el artífice sirio empleado en la construcción del templo salomónico, y dicha forma fue adoptada intencionadamente para dar idea de la verdadera figura de la tierra que conocían perfectamente los antiguos egipcios, quienes también conocían las exactas dimensiones de la tierra, aunque en el esferoide del capitel está exageradamente señalada la depresión polar, pues de otro modo no hubiera sido visible.
Se sabe que estas columnas simbolizaban deliberadamente las respectivas esferas celeste y terrestre, y en algunos modernos conatos de reproducción aparecen coronadas con estos dos globos. Sin embargo, en las columnas primitivas no había tales globos, porque los capiteles representaban suficientemente ambas esferas.
Indica el grabado que la superficie del capitel por debajo del disco está cubierta con una red cuyos extremos inferiores se enlazan con una especie de orla de la que penden numerosas esferillas. La Biblia nos dice inequívocamente que estas esferillas representaban granadas y que había doscientas en cada columna.
Sobre la red había una curiosa ornamentación de cadenetas colgantes en festones dispuestos en siete filas una sobre otra. Cada trozo de cadeneta consta de siete eslabones, de los que el central es el más grande y pesado, y los otros van disminuyendo de peso y tamaño según se acercan al extremo del trozo. El borde del disco ésta rodeado por una línea de lirios, de la que cuelgan cuatro guirnaldas de las mismas flores, pero no en el aire sino adosadas al capitel, en cada uno de sus puntos cardinales.
Entre estas guirnaldas se entrecruzan dos hojas de palmera en el eslabón central de cada cadena.
Del todo independiente de este motivo ornamental hay otra primorosa guirnalda de flores que encubre o disimula la línea de unión del capitel con el fuste. Consta dicha guirnalda de tres filas de lirios, y de ellas la del medio cubre exactamente el borde del capitel y está compuesta de lirios completamente abiertos de cara al aire con hojas entre ellos, mientras que la fila de encima es de capullos todavía muy prietos que caen entre los abiertos lirios de la fila de en medio y producen efecto parecido al de las puntas de una corona. Los lirios de la fila inferior cuelgan graciosamente de la fila central con tallos curvados y las corolas en varias direcciones.
Se nos dice que todo esto fue obra de H. A., hijo de una viuda de Naftalí, a quien el relato bíblico califica de habilísimo artífice en obras de bronce, enviado a Jerusalén por H. R. de T., con el especial encargo de hacer aquellas y otras labores metalarias para Salomón.
Indudablemente era aquél un verdadero artista, porque puso muy escrupuloso cuidado e inconcebible suma de esfuerzos para realizar tal como deseaba su proyecto. En cuanto alcanzaron a descubrir los investigadores, la obra de este artífice se fundaba en una tradición que respecto de las columnas de piedra egipcia se había ido transmitiendo desde la época de Moisés. No parece que tuviese clara idea del significado de aquella extraña ornamentación, aunque Moisés conocía perfectamente su simbolismo.
Conviene advertir que toda esta variada ornamentación no estaba dispuesta en bajo relieve como parece natural en una obra fundida, sino que por el contrario se destacaba audazmente de la superficie de la columna, con la que muchas flores sólo estaban unidas por un delgado pecíolo de considerable longitud.
Para tener idea de la paciencia y cuidado del artífice, se ha de considerar que primero esculpía en madera y en tamaño natural la triple guirnalda de lirios que rodeaban los 554 cm. de circunferencia de la base del capitel y después construía los moldes sobre esta escultura de madera.
Sin alterar la idea general de la triple guirnalda de flores, estaba dispuesta de manera naturalísima, de modo que las flores no eran reproducción de un modelo Único, como hoy día vemos en los dibujos de los papeles pintados que decoran las habitaciones, sino que cada flor tenía sus naturales variaciones respecto de las demás, pero manteniendo con solícito cuidado dentro de esta natural variedad la unidad del conjunto.
Muchos ensayos hizo dicho artífice antes de quedar satisfecho de su traza y para realizarla adoptó varios ingeniosos métodos.
Deseaba fundir en una sola pieza el capitel con sus ornamentos, lo que le era sumamente difícil con los primitivos medios de que disponía. Los lirios que dibujó resultaban algo convencionales, pues no correspondían exactamente con ninguna de las variedades botánicas conocida y tenían mayor semejanza con el loto que con el lirio ordinario, aunque las hojas no eran en modo alguno de loto.
