Un aborto tardío no es otra cosa que un parto criminalmente inducido, pues se intenta que la criatura nazca muerta.
En estos días han ocurrido dos casos espeluznantes.
El primero ocurrió en Chile. Los policías carabineros detuvieron a una malvada mujer peruana de 21 años que llegó al hospital lesionada como consecuencia de su fechoría abortiva. Cruelmente, abandonó el pequeño cadáver en un parque forestal.
El segundo caso ocurrió en Yucatán, México. En Cansahcab, E. C. M., de 32 años, se provocó un aborto al séptimo mes y enterró ¡vivo! a su bebé, por lo cual se pide que el delito se reclasifique como homicidio agravado por en vínculo, ya que, aunque la maniobra homicida comenzó cuando el pequeño vivía en el útero, culminó cuando la criatura incluso había sobrevivido.
Como en el caso chileno, fue en el hospital, en esta ocasión en el IMSS, donde se detectó el crimen materno antifetal.
Se insiste en imitar la ley salvadoreña para tipificar como homicidio todo aborto cometido tras la semana 21.