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De los perfiles de los precandidatos a regidores por Cambita Garabitos

 
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Dr. Nicolás Acevedo Sánchez

De los perfiles de los precandidatos a regidores por Cambita Garabitos


Sin contarlos, 70 personas del municipio de Cambita Garabitos, provincia San Cristóbal, disputan internamente sus deseos de ser candidatas a ocupar una regiduría en el concejo municipal. Alguien del barrio denomina la extravagancia como “una diarrea de aspiraciones”.

Sin pretender enlodar o denostar el derecho que les asiste de ser precandidatos y precandidatas, presento el perfil de cada uno de ellos, con la imaginación como materia prima y la sátira como intención literaria. Los modelos se repiten entre los 70, y los que presento no agotan las tremendidades ni las infelices cuentas de la extravagancia.


Regidor 1
Considera que pertenecer al partido le otorga el derecho de aspirar a la posición. El hecho de tener dos o tres familias que votan por el mismo partido, es suficiente para creerse un líder, un dirigente de masas.
Académicamente dispone de un “bachiburro”, logrado después de 10 pruebas nacionales y dos amnistías del Ministerio de Educación. Nunca en su desesperada vida se ha visto ligado a los asuntos municipales. Ni siquiera sabe lo que es la municipalidad, el concejo municipal. De la Constitución dominicana, ni de la portada se entera. Se siente muy seguro de cualquier esfuerzo intelectual de nada serviría para pertenecer a la alcaldía.
La biografía comunitaria del precandidato se nutre de las cherchas y los “lomplines” del partido. El ver muchas caras en las reuniones lo convierte en el “presidente” de la junta de vecinos, que dicha sea de paso no existe, aunque él hizo una lista de sus miembros, sacando los nombres de las inscripciones de las tumbas del cementerio.
Ha cuadrado muy bien en qué invertirá los 500 mil pesos que le prestará el banco cuando sea electo como regidor. Cuadra también qué hará para que los 40 mil pesos mensuales que ganará puedan ser ampliados con otras dádivas del cargo. Elabora una alianza en su cabeza para ponerse a disposición del síndico. Al fin y al cabo, la regiduría es para buscársela.
Una acción inmediata para su regiduría es cambiar de mujer seguido. Al otro día contratará tres novias. Hará lo posible para que una de ellas sea su secretaria. Aunque se da el caso de no cambiarla, para guardar las apariencias, sino de agregar un par de amantes.
Sobre la función legislativa y la función fiscalizadora del concejo municipal no pudo exponerme nada. Me dijo que después que se juramente, a él y a los demás electos les dan un curso sobre administración municipal. Con un poco de picardía me dejo entrever la inutilidad del citado curso.

Regidor 2
La licencia para aspirar descansa en su proximidad con el jefe del partido. Con frecuencia repite: “En la campaña estuve al lado del líder, defendiendo los votos del partido. Me dieron un revolver 38 para la seguridad y le metí terror a algunos frescos del partido contrario”. “Yo me gané una regiduría, ¡coño! A mí que no vengan con vainas”. Es el famoso tíguere que quiere trascender socialmente, y el camino más fácil y rápido lo ve en la obtención de una regiduría.
Dispone de un excelente currículo: mil gramos de consumo de drogas a la semana, tres hijos que no mantiene, la venta de su sueldo por un año al prestamista del vecindario, el séptimo grado de la primaria, un curso de plomería en la calle, tres militancias políticas y tres fotos junto a tres figuras importantes del partido.
Alejado del análisis político, la especie en cuestión valora su campaña interna en función de las veces que acompaña al líder a jornadas nocturnas, en su condición de espaldero y testaferro de las hazañas del funcionario.
Regidor 3
La intención del cuarto precandidato se nutre del fracaso de los actuales regidores. Analiza que no sirven, que el cabildo y el concejo municipal son un desastre. La alcaldía necesita un hombre como él, que le llama al pan pan y al vino vino. Después de cinco años de administración descubre los desaciertos de la actual gestión.
Este precandidato es peligroso porque fue a la universidad y aprendió a redactar un párrafo de tres oraciones simples. Canta sus verdades dependiendo de las circunstancias y de las carencias del bolsillo. Muy cercano a la anterior administración municipal, defendió acciones que embadurnan el decoro y la decencia.
Sobre la Ley 176 se enteró de ella con el sometimiento a la justicia del síndico de San Francisco de Macorís. Entiende que los alcaldes corruptos hace rato que debieran estar encarcelados, para que no sigan abusando de los cuartos del pueblo.
Su condición de crítico de la actual gestión lo valida para pertenecer al próximo concejo municipal. Aunque todos saben que el desconcierto sobrevino cuando el alcalde lo canceló de su puesto, en la anterior administración. Es un precandidato interesante, porque en las esquinas dialoga sobre sus aspiraciones y el deseo de terminar con el desastre de sindicatura.
Cabe imputarle a su favor la persistencia del tema municipal. Pudiese en la eventualidad de ganar, aportar sustancias al debate municipal, salvo que su ímpetu se detenga en la juramentación.
Regidor 4
Como ya es regidor, descubrió que el carguito es bueno: dos préstamos del banco, cinco nombramientos (de los que él cobra tres), cinco mil pesos mensuales de combustibles, 40 mil de sueldo, 10 mil de viáticos y cinco mujeres detrás. Cualquiera no abandona, con estas bondades de la regiduría.
“Honorable síndico y honorables regidores: Quisiera que aprovecháramos nuestro tiempo, que nos demos cuenta que en el 16 son las elecciones municipales y es posible que haya cambio en el municipio. Vamos hablar claro: o nos salvamos todos o nos jodimos todos”, así introdujo su intervención en la última sesión del concejo municipal, hecha el pasado 26 de octubre del año 2014. Antes ya se había reunido con el alcalde para decidir la suerte de la asamblea edilicia.
Ha sido tan fácil ser regidor, sin complicaciones y sin rendir cuentas, que renunciar a ella y no repostularse constituye un crimen a la patria. De ahí su empeño en otro período más.
La aspiración de un regidor actual, el deseo de repetir como “honorable regidor”, se percibe como una manera de vernos a nosotros, los ciudadanos y ciudadanas del municipio, como tontos y tarados, sin ninguna capacidad de análisis. Una persona con el juicio sano, políticamente correcto, con la cabeza bien puesta, debe entender que si ha fracaso con el privilegio de ser regidora, si no ha llenado la expectativa que su función demanda, por lo menos debiera respetarse y desistir de una nueva aspiración. Salvo que entienda, que la función de edil es cualquier cosa, otro empleo fácil para agregar recursos económicos a su inventario de bienes.
Regidor 5
Sus funciones en el equipo de trabajo de uno de los precandidatos a síndico, indican que es la persona ideal para acompañar al candidato del partido. Añade a su hoja de vida el ser delegado del partido en un colegio electoral, defendiendo a cualquier precio el voto de los compañeros. Confunde la valía del trabajo que desempeña con un liderazgo que no tiene, de manera que si hoy se le menciona como político, se debe a la sombrilla de su padrino.
La formación política se resume en un “sí señor” o “no señor”. Valora positivamente la gestión de 12 AÑOS de SOTO MAYOR. ¿Qué hará cómo concejal? Ni lo sabe ni le interesa saberlo. El régimen de no consecuencias en la administración local le garantiza impunidad en sus desenfrenos.
Aliado de los estupefacientes y otras yerbas menores, las neuronas de su joven cerebro descansan en el más feliz de los recuerdos.
Regidor 6
Nunca ha trabajado en su vida. Sólo ha cobrado botellas en un par de gobierno. Ve que ahora mismo la regiduría es el mejor empleo. Alega que no hay que hacer nada ni hacer horario, ni rendir cuentas. Entiende que si los regidores anteriores no han hecho nada por la vida municipal, tampoco a él le corresponde, porque no es el más pendejo.
Fuera de la contienda electoral no se le conoce ningún activismo político. “Es un buen muchacho”, dicen en el barrio. De poca palabra y escaso entendimiento, la vida escolar del precandidato 6 se nutría de “chivos” y travesuras menores.
Aspira a pertenecer al cuerpo colegiado del ayuntamiento sobre la premisa del mal menor. Cuenta con la simpatía de muchos de sus parientes, cuyo apellido cuenta con una amplia afiliación.
Regidor 7
La precandidatura siete es singular en detalles, en infortunios de la chulería política. Resulta que su aspiración es una especie de carambola, dice que aspira a síndico, pero su real intención es ser regidor. Desde arriba, entre sus aliados, le garantizan que cuando se arme la repartidera de posiciones electivas, a él nadie le quita la regiduría.
Así se mueve su activismo, entre dos aguas, dispuesto a cazar cualquier especie. No sé si el método vale. Pero cómo van las cosas, nada se descarta. El proselitismo de las redes sociales lo convierte en el favorito, sea para síndico o sea para regidor. Una y otra cosa se confunden en la diarrea negra de la municipalidad, en el festival de nimiedades e inconsecuencias de un gobierno municipal inoperante, falso en sus objetivos, máscara de intereses de venta en el mercado de la politiquería dominicana.
[email protected]

NOTA. La primera parte de este artículo se había publicado. He querido presentar el artículo completo para que mis lectores puedan comparar las precandituras, con sus luces y sombras, en el debate interno de cada partido. Aclaro, por demás, y por si acaso, que cualquier parecido con un precandidato real es pura casualidad, fruto de mi fértil imaginación, cuando la imaginación como riqueza espiritual y creativa ha perdido su virginidad.


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