Por qué quiero que mis hijas aprendan empatía en vez de chino

 
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Desde que soy madre me han dado todo tipo de consejos sobre qué es lo más importante que nuestras hijas deben aprender para tener éxito en la vida. Programación. Inglés. Ajedrez. Ballet. Chino. Oratoria. Matemáticas. Deportes de equipo. Música. Artes marciales.

Por qué quiero que mis hijas aprendan empatía en vez de chino

Estoy embarazada de mi tercera hija; ya en el séptimo mes y con una tripa notoria. Y cada vez que me subo al metro para volver a casa del trabajo, con el vagón abarrotado, observo cómo la gente, al verme entrar, gira la cabeza hacia otro lado. Mejor dicho, gira la cabeza hacia su Smartphone para evitar ver a una embarazada a un metro de distancia, a quien saben deberían dejarle el sitio. Son muy pocas personas las que me miran a los ojos y se levantan para dejarme su asiento. No sé si saben chino, programación o son buenas en matemáticas. Pero hay algo que sí tienen en común todos ellas: empatía. Empatía de esa que te mueve y te lleva a hacer algo por el otro. Empatía en acción.

Esa es la empatía que mueve a las personas a hacer cosas por los demás. A construir un paritorio en Camerún, a donar su tiempo y esfuerzo por una causa común. La que mueve a un joven a montar una iniciativa social en su colegio.

Pero la cosa no queda aquí. La empatía en acción, en contra de lo que se piensa, no solo es buena porque ayuda a los demás. La empatía es esencial para tener éxito personal. La empatía es la que hace que una persona trabaje bien en equipo, que un líder sea bueno, que una empresa enfoque sus servicios a las verdaderas necesidades del cliente, o que un joven sepa cómo actuar en una entrevista de trabajo.

La empatía no surge solo cuando uno mira a su entorno. La empatía nos hace mirar de otra forma a nuestro entorno, fijándonos en las necesidades y preparando la acción.

De nada sirve que alguien sea un buen orador, si no es capaz de darse cuenta de que lo que está comunicando no interesa. La empatía en acción nos lleva a innovar y nos hace más pragmáticos y exitosos. Más felices. Y, además, ayuda a que el mundo vaya mejor.

La buena noticia es que la empatía se puede aprender y practicar. Existen emprendedores sociales, como la canadiense Mary Gordon, que ya están impulsando la empatía en escuelas desde hace casi 20 años y demostrando con resultados tangibles los beneficios objetivos de la empatía.

Pero no hace falta irse tan lejos. Existen colegios en España que están trabajando la empatía en acción con sus alumnos y logrando resultados excelentes. Este curso, por primera vez, los niños de primaria en Canarias tendrán la suerte de cursar la asignatura –obligatoria y evaluable- "Educación Emocional y para la Creatividad", donde dos veces a la semana trabajarán la empatía y otras emociones.

A día de hoy, este tipo de indicadores no computa en los rankings de los top 100 colegios de España, que desgraciadamente siguen centrados en los resultados académicos. Pero si todos nos concienciamos de su importancia - como en su día pasó con la alfabetización- y empezamos a demandarlo y a practicarlo, las cosas cambiarán.

Yo quiero que mis hijas aprendan empatía. Para que no giren la cabeza hacia otro lado. Para que sean personas activas a las que sí les importa lo que pasa ahí fuera, y se movilicen por ello. Para que tengan éxito personal y profesional. Y para que cuando vayan a China, sean capaces de entender a los locales con solo mirarles a los ojos.


Ana Sáenz de Miera


Fuente: www.forbes.es
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