El principito o el elogio del suicidio

 
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Antoine de Saint – Exupéry nace en Lyón en 1900 y muere misteriosamente en un viaje aéreo en julio (31) de 1944; en su niñez es expulsado de un colegio jesuita por mala conducta y por poca inclinación al estudio. Más tarde Prueba suerte en la arquitectura. Luego se siente atraído por el cielo pero lo rechazan de la Escuela de Aviación, “pues divaga mucho en los vuelos: los pilotos deben estar siempre alerta y es peligroso que sean reflexivos...”. En una carta a su madre expresa el sentimiento que lo acompañaría durante toda su vida: “No estoy seguro de haber vivido después de la infancia” . Para la sicoanalista Eugen Drewermann en su texto “La interpretación sicológica de El Principito” “Era una de las personas con mayor terror al contacto con la realidad”. Consternación que la expresa continuamente en su célebre obra El Principito -considerada por los críticos literarios como una obra infantil-: “Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones”. Desde el primer capítulo de su admirada obra manifiesta repudio por el mundo de los mayores y su insidiosa forma de verlo todo siempre con los ojos del oportunismo, nunca los entiende, acepta o dispensa: “Viví mucho tiempo con personas mayores. Las he visto muy de cerca. No he mejorado excesivamente mi opinión...”. Tanto es su repulsión que a duras penas las soporta en un intento desesperado de ponerse a su altura emocional o filosófica: “Me colocaba a su alcance. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas...”. Nada de lo humano le era digno, únicamente la niñez y su mundo radiante.

La verdad es que El Principito no es una obra infantil ni un texto para niños, pues como lo expresa Enrique Pérez Días en la revista Cuba Literaria, “¿Qué puede tener El Principito para ganarse a la infancia si en definitiva se trata de una obra seria, solemne, sin aventura, sin humor y que se mueve en un discurso básicamente dialogado y plagado de continuo por razonamientos éticos y filosóficos que a duras penas pueden alcanzar a entender los menores?”. Durante décadas se ha pretendido enseñar que la obra de Saint Exupéry es un bello poema contado para infantes. La realidad es otra. Pérez Díaz lo expresa a su manera:
“ El Principito se mantiene lejos de todos, ajeno, invulnerable, todos le interesan, pero nadie le conviene. Por quienes conoce siente curiosidad, pero ninguno es capaz de conquistarle. El ser capaz de aceptar el postulado de una zorra de que el amor nos doméstica, deviene de alguien indomesticable para los adultos...”. No hay que aferrarse a nada, ni siquiera a la vida pues tarde o temprano desearemos regresar a nuestro asteroide (niñez) en un intento imposible de encontrar algo noble en ella. Y el único camino es la muerte, la locura o el suicidio: “No hubo nada más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Quedó inmóvil un instante. No gritó. Cayó suavemente como cae un árbol. En la Arena, ni siquiera hizo ruido”. Pero antes de esta escena hay un dialogo revelador entre El Principito y la serpiente: “-¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo?”. Y en un estado de euforia y felicidad El Principito, después del dialogo con la serpiente, le expresa al piloto extraviado en el desierto: -“Yo también, hoy vuelvo a mi casa...” y haciendo referencia a ella explica melancólicamente: -“Es mucho más lejos... Es mucho más difícil...”. Su hogar no era el desierto, ni la Tierra, ni el mundo de los hombres; estaba allá, en su planeta perdido (niñez), en su único universo posible de felicidad: la muerte. Y camina voluntariamente, inexorablemente hacia el encuentro de su felicidad: “Es demasiado lejos. No puedo llevar mi cuerpo allí. Es demasiado pesado”.

Antoine de Saint Exupéry muere en un viaje solitario piloteando su aeronave (1944); su cuerpo jamás es encontrado. Solamente años más tarde (2001) un pescador realiza el hallazgo en el mar de lo que se cree era su pulsera. Quizás el brillo de las estrellas hizo creer a Saint Exupéry que el único camino hacía su mundo perdido se le ofrecía en ese instante y en ese ahora. Y lo tomó. Volvió a casa en busca de su flor, a su asteroide B 612 por cuanto en este planeta “Derecho, siempre delante de uno, no se puede ir muy lejos...”. O quizá recordó la promesa de la serpiente: -“Puedo ayudarte si algún día extrañas demasiado a tu planeta...”. Y permitió que un relámpago amarillo lo lleve nuevamente al encuentro de su pequeño Principito.

PABLO EMILIO OBANDO ACOSTA
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Comentarios más recientes
Ricardo
Pablo: coincido completamente contigo, El Principito es un dialogo interno en Saint Exupéry, lei la obra en mis tiempos de Secundaria pero no le puse mayor importancia, siempre se vende este libro como libro infantil y con mensaje de amistad y valor por lo especial en tu vida(la flor y los volcanes). Lo volví a leer recientemente y encontré un enfoque sociológico del autor y un análisis de los vicios de las personalidades humanas y como se pierde el espíritu ingenuo y aventurero de la infancia. Me asombro sobremanera como se la obra se convierte en una oda al suicidio. Desde mi óptica es un buen libro pero en lo absoluto lo recomiendo como literatura infantil. Es mi opinión, todos tenemos derecho a tener nuestro propio punto de vista. Saludos.
 
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