A Starbucks se le ama o se le odia; hay quienes consumen sus productos con una avidez inusual y hay también quienes detestan su sola presencia. Lo cierto es que Starbucks ya está en Colombia y muchos hicieron largas filas para degustar sus productos. Las redes sociales se llenaron de fotografías “exclusivas” de clientes que parecían satisfechos y orgullosos de tener un café Starbucks entre sus manos, mejor dicho entre su garganta y su paladar.
Para algunos y de acuerdo a informes periodísticos un café Starbucks es equivalente a consumir dos hamburguesas con su respectiva grasa y el daño colateral que esta pueda producir en el organismo. Hay quienes aseveran que no es un buen producto y que más parece una bebida láctea con un precio escandaloso y abusivo. Lo cierto es que su imagen proyecta sostenibilidad ambiental y protección ecológica, contrario a lo expuesto por integrantes del “sindicato Starbucks” que afirman que sus salarios no son tan santos como los precios que paga el consumidor.
Esta multinacional está presente en cerca de 40 países y cuenta con dieciséis mil “tiendas” según notas periodísticas. Su nombre hace referencia a la novela Moby Dick y utiliza estrategias comerciales con una profunda penetración psicológica: sensación de bienestar, estatus o condición social, privilegios sociales y económicos y alto nivel intelectual. Desde el diseño de sus mesas hasta el tamaño de sus vasos tiene una razón de ser y no es raro que la tienda sea aseada continuamente aun en presencia de los clientes como una estrategia de parecer excesivamente celosa en este orden. Pero no siempre es así y los altos precios no siempre se justifican, salvo, lo repito una vez más, por el impacto psicológico que sus productos generan entre sus asiduos clientes. Si usted es curioso mire las redes sociales y comprobará como más de un parroquiano se jacta de tener un café Starbucks entre sus manos, sintiéndose quizá alguien importante, privilegiado o afortunado.
Lo mismo ocurrió en Hong Kong con la llegada de Starbucks, y la sorpresa fue general cuando se enteraron, gracias a unos informes periodísticos, serios y bien documentados, que ese café que pagaban a altos precios y era motivo de “bienestar personal” era hecho con agua contaminada que tomaban de una letrina en condiciones de desaseo notorio y preocupante. No todo es como lo pintan y muchas veces nos dejamos llevar por las simples apariencias. Veamos esta noticia que nos permitirá luego abordar con mayor profundidad las incidencias de Starbucks en las diferentes comunidades donde hace presencia.
PABLO EMILIO OBANDO ACOSTA
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Fuente: actualidad.rt.com