Los secretos para escribir Cien años de soledad

 
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Nota del editor: La novela ‘Cien años de soledad’ del escritor colombiano, Gabriel García Márquez, fue concluida a principios de 1967; iniciada 18 meses atrás, sin levantarse, en casa de La Loma al sur de Ciudad de México; fue impresa y entregada en mayo de este año por la imprenta Suramericana de Argentina, eran 590 páginas, y 8.000 ejemplares. Esto hace 50 años. Hasta ahora, se ha traducido, a más de 35 idiomas y vendido más de 30 millones de ejemplares. Es obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal

Los secretos para escribir    Cien años de soledad

Gabriel García Márquez, nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927 y falleció en Ciudad de México, el 17 de abril de 2014. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Autor de varias obras: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994), Memoria de mis putas tristes (2004). Libros de cuentos: Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Ojos de perro azul (1972, recopilación de sus primeros cuentos), Doce cuentos peregrinos (1992).

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Los secretos para escribir ‘Cien años de soledad’

En: semana.com, Cultura, 30 de abril de 2015, 13:00

En un artículo de ‘El País’ de España, Jan Martínez Ahrens cuenta la historia, hasta ahora desconocida, detrás de la carpintería de esta joya de la literatura. Una investigación de este medio español revela detalles desconocidos de lo que fue el trabajo de Gabriel García Márquez para construir la novela que le valió el premio Nobel de literatura en 1982.

El texto, titulado La orfebrería de ‘Cien años de soledad’, fue publicado este 30 de abril, es reproducido en su integridad a continuación:

Fue un martes de 1965. Gabriel García Márquez acababa de regresar de un fin de semana en Acapulco con su esposa y sus dos hijos, cuando, fulminado por un “cataclismo del alma”, se sentó ante la máquina de escribir y, como él mismo recordaría años después, no se levantó hasta principios de 1967. En esos 18 meses, todos los días, de nueve de la mañana a tres de la tarde, el escritor colombiano gestó Cien años de soledad.

Mucho se ha escrito de la atmósfera mexicana en la que germinó su obra magna, de su obsesión creativa, de sus dificultades económicas, del apoyo inquebrantable de los amigos. Pero muy poco se sabe de su construcción. Las claves de su plasmación material, la ingeniería sobre la que edificó el universo de Macondo, siguen entre sombras. Y este misterio no fue casual.

El propio autor, cuando en junio de 1967 recibió el primer ejemplar impreso, rompió el original para que “nadie pudiera descubrir los trucos ni la carpintería secreta”. De aquella destrucción histórica se salvaron contadísimos documentos. Uno de ellos, posiblemente el más importante, fue la primera copia de las pruebas de imprenta. Sobre las galeradas, García Márquez anotó de su puño y letra 1.026 correcciones, dejando a la luz cambios e inflexiones de enorme interés.

Esos papeles, a los que ha tenido acceso El País, han seguido una azarosa existencia. El escritor los regaló al cineasta exiliado Luis Alcoriza y a su esposa Janet. Tras sus muertes, fueron subastados dos veces sin éxito y ahora, olvidados otra vez, buscan acomodo en una institución. “Prefiero que estén en una biblioteca o un museo que conmigo”, dice el mexicano Héctor Delgado, heredero de los Alcoriza.

Las galeradas, de editorial Sudamericana, suman 181 hojas de doble folio, numeradas a mano, con acotaciones del autor en bolígrafo o rotulador. Su recorrido muestra la orfebrería de García Márquez. En ellas el autor señala los inicios de capítulo, reordena párrafos, suprime y añade frases, sustituye o corrige más de 150 palabras y, en muchas ocasiones, alerta de erratas.

En este ejercicio queda patente el agotador pulso que el autor mantenía consigo mismo. Los cambios no solo van destinados a purificar el texto o despejar la fronda de nombres de los Buendía, sino que ahondan en sus inextricables juegos de lenguaje.

A veces, se trata de sutilezas: de “amedrentar” se pasa a “intimidar”, de “obstruir” a “cegar”, o de “completar” a “complementar”. Pero otras, la mano del escritor va mucho más lejos: las mariposas se vuelven “amarillas”, las sanguijuelas se sacan “achicharrándolas” con tizones, el troglodita queda convertido en un “atarván”, los niños andan como “zurumbáticos”, la Ópera Magna se transforma en “alquimia”, un san José de yeso descubre un interior “atiborrado de monedas de oro” o la descarga del máuser “desbarata”, que no “desarticula”, un cráneo.

También algunos personajes adquieren matices nuevos con los incisos. Amaranta, por ejemplo, “finge sensación de disgusto” al oír hablar de boda, y Aureliano ve su “antigua piedad” transformarse “en una animadversión virulenta”. Son alteraciones constantes. Una lluvia fina de mejoras que, sin generar cambios de fondo ni giros argumentales, sí que descubren la talla microscópica y tenaz de un texto de cuya grandeza el autor era consciente.

Posiblemente por ello, García Márquez nunca devolvió las pruebas de imprenta a la editorial, sino que envió las correcciones aparte. Y lejos de destruir el documento, como hubiera sido esperable, lo convirtió en un monumento a la amistad: lo regaló y dedicó al director de cine Luis Alcoriza y a su esposa, la actriz austriaca Janet Riesenfeld: “Para Luis y Janet, una dedicatoria repetida, pero que es la única verdadera: del amigo que más les quiere en este mundo. Gabo. 1967”.

La pareja, afincada en México y muy próxima a Luis Buñuel, formaba parte del círculo íntimo del escritor colombiano. Aquel que le había mantenido en las épocas más negras y con quien, en los días buenos, había celebrado la alegría de vivir. El propio autor lo explicó años más tarde en un artículo en El País:

“Cuando la editorial me mandó la primera copia de las pruebas de imprenta, las llevé ya corregidas a una fiesta en casa de los Alcoriza, sobre todo para la curiosidad insaciable del invitado de honor, don Luis Buñuel, que tejió toda clase de especulaciones magistrales sobre el arte de corregir, no para mejorar, sino para esconder. Vi a Alcoriza tan fascinado por la conversación que tomé la buena determinación de dedicarle las pruebas”.

El matrimonio guardó las páginas como un objeto sagrado. Dieciocho años después, cuando Cien años de soledad ya era un tótem, García Márquez volvió a encontrárselas en casa de los Alcoriza: “Janet las sacó del baúl y las exhibió en la sala, hasta que se hicieron la broma de que con eso podían salir de pobres.

Alcoriza hizo entonces una escena muy suya, dándose golpes con ambos puños en el pecho, y gritando con su vozarrón bien impostado y su determinación carpetovetónica: ‘Pues yo prefiero morirme que vender esa joya dedicada por un amigo”. García Márquez respondió escribiendo debajo de la dedicatoria, con el mismo bolígrafo que la primera vez: “Confirmado. Gabo. 1985”.

Luis Alcoriza, el exiliado, murió en 1992 en Cuernavaca. Su esposa le siguió seis años después. Las galeradas quedaron en manos de su heredero, el ingeniero y productor Héctor Delgado, el hombre que les había cuidado en los últimos días. En 2001, con el beneplácito del premio Nobel, los papeles fueron subastados sin éxito en Barcelona por un millón de dólares (897.500 euros, al cambio actual).

Un año después, tampoco hubo suerte en Christie’s. Ahora, al año de la muerte de García Márquez, el heredero, de 73 años, busca quien los adquiera. La Universidad de Texas, que compró el archivo del Nobel, se ha interesado, pero poco más. Casi medio siglo después de su gestación, uno de los pocos documentos que se salvaron de la génesis de Cien años de soledad sigue buscando dueño.

Publicado en:

http://www.semana.com/cultura/articulo/los-secretos-para-escribir-cien-anos-de-soledad/425977-3


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Las leyendas de 'Cien años de soledad', de García Márquez

Por BBC.Mundo, en: semana.com, Cultura, 27 de enero de 2017, 07:49

Conozca cuáles son los secretos y mitos detrás de la historia que logró que el escritor colombiano se hiciera merecedor de un Nobel de Literatura. Todos los amantes de la obra de Gabriel García Márquez deben conocer la anécdota:

En septiembre de 1966, después de trabajar 18 meses como un galeote en ‘Cien Años de Soledad‘, Gabriel Márquez fue a la oficina de correo más cercana de su casa en Ciudad de México para enviar a Buenos Aires el voluminoso manuscrito de casi 500 páginas.

Una vez allí, él y su esposa Mercedes descubrieron que sólo tenían dinero suficiente para enviar la mitad. Recontaron los billetes y las monedas, volvieron a pesar las hojas. Pagaron. Y sólo se fue la mitad.

Regresaron a su casa, empeñaron los únicos electrodomésticos que les quedaban -el secador, el calentador y la batidora- y volvieron para enviar el resto.

Al salir de nuevo -según recordaría múltiples veces Gabo- Mercedes descargaría en una frase todo el peso que llevaba 18 meses acumulándose en su corazón:

-Lo único que falta ahora es que la novela sea mala.

Mito y realidad

Como muchas otras escenas en su vida, es posible que Gabriel García Márquez haya fabulado la realidad para hacerla más atractiva.

-"La vida no es como uno la vivió, sino como uno la recuerda y cómo la recuerda para contarla", dijo famosamente en el epígrafe de sus memorias.

Y no sería la única vez que sucedió con ‘Cien años de soledad‘. De hecho, García Márquez se cuidó de que el origen mismo de la novela se hundiera en la bruma del mito.

En el artículo ‘La novela detrás de la novela‘, publicado en la desaparecida revista colombiana Cambio en 2002, relató así el origen de la obra:

"De pronto, a principios de de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y desgarrador que apena si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera. Rodrigo dio un grito de felicidad:

-Yo también cuando sea grande voy a matar vacas en la carretera.

No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando regresamos a México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí: ‘Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo‘. Desde entonces no me interrumpí un sólo día, en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo lleva el carajo".

Exactamente 20 años antes, en 'El olor de la guayaba', libro de conversaciones con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza publicado en 1982, Gabo había dado una versión aún más fabulosa de lo ocurrido.

"(...) Un día, yendo para Acapulco con Mercedes y los niños, tuve la revelación: debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre para conocer el hielo.

-Una historia lineal

-Una historia lineal donde con toda inocencia lo extraordinario entrara en lo cotidiano

-¿Es cierto que diste media vuelta en la carretera y te pusiste a escribirla?

Es cierto, nunca llegué a Acapulco".

La famosa portada

En su biografía de Gabo ("Gabriel García Márquez, una vida") el británico Gerald Martin le da, por supuesto, más credibilidad a la versión de que la familia siguió su viaje a Acapulco, donde el escritor tomó extensas notas sobre el tema. Sin embargo añade: "Sea cual sea la verdad, desde luego ocurrió algo misterioso, por no decir mágico".

Y es que, 50 años después -la novela fue publicada en mayo de 1967- la historia de cómo se escribió y publicó 'Cien años de soledad' parece rodeada de un halo mágico.

Desde el nombre del cuarto en el que la escribió (la "cueva de la mafia" en el número 19 de la calle de La Loma en el barrio San Ángel de Ciudad de México), hasta la portada que tuvieron que improvisar para la primera edición -con un galeón azul contra un bosque espectral y unos lirios amarillos- porque la diseñada por Vicente Rojo (con la famosa E al revés en el título) no alcanzó a llegar a tiempo. Se utilizó para la segunda edición.

Desde la versión (al parecer falsa) de que el gran editor español Carlos Barral rechazó el manuscrito de la novela, hasta la historia (cierta y confirmada a mi por el propio Vicente Rojo) del librero ecuatoriano que se dedicó a corregir la E al revés en cada uno de los ejemplares que vendió, pues creyó que se trataba de un error tipográfico. O cómo Mercedes Barcha se encargó de resolver todos los problemas económicos del día a día durante los 18 meses que le tomó a Gabo escribir la obra.

Y unida indisolublemente a esa leyenda está la ciudad de Buenos Aires, donde la editorial Sudamericana publicó por primera vez la novela.

En su libro "Tras las claves de Melquíades", Eligio García Márquez (hermano menor del escritor), dice que sólo en la primera semana de publicada se vendieron 1.800 ejemplares de la novela. La cifra se triplicaría a la semana siguiente. Los 8.000 ejemplares de esa primera edición (una cifra enorme para le época) se agotaron en tres semanas.

Después de Buenos Aires nada volvió a ser lo mismo para Gabriel García Márquez.

El escritor argentino Tomás Eloy Martínez era entonces el jefe de redacción de la revista Primera Plana. Paco Porrúa, editor de Sudamericana, le había mostrado el manuscrito del libro y quedó tan fascinado que decidió enviar a un periodista a México para escribir un reportaje especial sobre el escritor.

Los García Márquez llegó a Buenos Aires en la madrugada (del 20 de junio de 1967, según las biografías de Gerard Martin y Dasso Saldívar; el 19 de agosto según el artículo "Los cien años años de García Márquez" de Tomás Eloy Martínez). En el aeropuerto de Ezeiza los estaban esperando Porrúa y Eloy Martínez.

En el mencionado artículo, Tomás Eloy Martínez dice que vio el momento exacto en que la fama cayó sobre García Márquez "como un rayo". Así lo describió:

"Aquella misma noche fuimos al teatro del Instituto de Tella. Estrenaban, recuerdo, "Los siameses" de Griselda Gambaro. Mercedes y él se adelantaron a la platea, desconcertados por tantas pieles tempranas y plumas resplandecientes. La sala estaba en penumbras, pero a ellos, no sé por qué, un reflector les seguía los pasos. Iban a sentarse cuando alguien, un desconocido, gritó "¡Bravo!", y prorrumpió en aplausos.

Una mujer le hizo coro: "por su novela", le dijo. La sala entera se pudo de pie. En ese preciso momento vi que la fama bajaba del cielo, envuelta en un deslumbrado aleteo de sábanas, como Remedios la bella, y dejaba caer sobre García Márquez uno de esos tiempos de luz inmunes a los estragos de los años".

La vida de Gabo nunca volvió a ser igual. Y jamás quiso regresar a Buenos Aires.

Eso también forma parte de la leyenda que rodea la publicación de ‘Cien años de soledad‘.

No se conoce una explicación del propio García Márquez, pero según el diario argentino Página 12, Jaime Abello Banfi, amigo cercanosy director de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, trató de dar una respuesta en la Feria del Libro del 2015 en esa ciudad.

"Cuando terminó ‘La hojarasca‘, le envió el manuscrito a Guillermo de Torre, de Losada, quien le recomendó "que no debía dedicarse a la literatura". (La obra, la primera novela de Gabo fue finalmente publicada en una pequeña editorial colombiana). "El director de la FNPI opinó que luego de esa experiencia, Gabo podría haber dicho: "Hay que tener cuidado con Buenos Aires, quizá te haga sufrir".

Como sea, la capital argentina está indisolublemente unida a la leyenda de "Cien años de soledad".

Publicado en:

http://www.semana.com/cultura/articulo/hay-festival-secretos-de-cien-anos-de-soledad-de-gabriel-garcia-marquez/513382


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HAY FESTIVAL: ‘Cien años de soledad’ cumple 50 años con sus lectores

La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano organiza una lectura pública de la obra de Gabriel García Márquez

Por Ana Marcos, Cartagena de Indias, 27 de enero de 2017 - 12:01, en: COT, cultura.elpais.com

Cien años de soledad es un vallenato, dijo Gabriel García Márquez de su obra. Con la veda abierta, la historia de la familia Buendía ha cumplido 50 años envuelta en tantas interpretaciones como lectores tiene. "El mérito es del que escribió el libro", aseguraba Fernando Aramburu, auto de Patria, tras leer el fragmento final de la novela del primer Nobel colombiano.

El escritor español forma parte del grupo de ciudadanos que durante tres días, dos horas por jornada, leen el libro en Cartagena de Indias para conmemorar este aniversario y "mantenerlo vivo", apostilla Jaime Abello, responsable de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) fundada por García Márquez que ha organizado esta iniciativa en el marco del Hay Festival.

"Es una lectura plural y multilingüe", explica el director de la FNPI, "estos tres días vamos a escuchar Cien años de soledad en castellano, inglés, francés, portugués e italiano". Y se va a escuchar en la voz de la nómina de autores de distintas partes del mundo que acuden hasta el 29 de enero al Hay Festival, pero también en la de los amigos de cartageneros de Gabo, y en la de los periodistas locales que como el escritor, cuentan las historias del Caribe colombiano.

"Cada uno ha escogido el capítulo que más le gusta", apunta Abello. La obra no se va a leer completa como sucede con El Quijote de Cervantes con la celebración del Día del Libro en Madrid. "La proeza cultural de este libro es que, entre otras cosas, cada fragmente tiene vida propia". El fotógrafo Daniel Mordzinski eligió la parte que le hubiera gustado que García Márquez le leyera. El escritor colombiano Héctor Abad-Faciolince, la periodista mexicana Carmen Arístegui y el italiano Iacopo Barison, entre otros, cerraron la primera jornada de lecturas.

Con ellos un grupo de lectores menos conocidos que, con breves textos, convencieron a la FNPI de que también tenían que formar parte de este tributo. Niños, jóvenes, adultos y ancianos que le dan el acento caribeño al que suena Cien años de soledad. El pequeño José Luis Guzmán aún no sabe si quiere ser periodista, pero decidió apuntarse al Club El Nuevo Gabo, una iniciativa del proyecto Cronicando que el Centro Gabo, adscrito a la FNPI, ha creado para llevar el periodismo a los niños de los barrios más humildes de Cartagena. "Era un deseo de Gabriel García Márquez", dice Abello. De estos talleres no solo saldrá el futuro del mejor oficio del mundo, también "ciudadanos con pensamiento crítico".

Guzmán, como sus compañeros de lectura, se presentó, se confundió, por los nervios, con la hora del día, y comenzó a leer trastabilleándose, pero sin parar. Otra vez los nervios, el público, la edad. Cuando terminó, agradeció que le escucharan y le cedió el puesto a un veterano en esto de las letras. Se sentó a esperar que el resto leyera.

En silencio miraba de un lado a otro y escuchaba el resto de la novela que resonaba entre los muros coloniales de la Casa del Marqués, sede de la Cancillería en Cartagena. Las historias de los Buendía continuarán recordándose a la hora malva, cuando el sol cae en la ciudad amurallada.

Publicado en:

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/27/actualidad/1485532974_721148.html


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Cien años de soledad, obra cumbre de García Márquez

Un análisis de la obra más conocida del Premio Nobel colombiano, quien falleció este jueves a los 87 años en México, (17 de abril de 2014).

Gabriel García Márquez decía que no había hecho otra cosa en su vida que escribir historias “para hacer más feliz la vida a un lector inexistente”, y con ese deseo escribió también “Cien años de soledad”, novela magistral del siglo XX y que, en palabras de Carlos Fuentes, es “el Quijote americano”.

Así la definía Fuentes en la carta que le escribió a Julio Cortázar tras leer el manuscrito de la novela que pronto se convertiría en obra cumbre del realismo mágico y que al escritor mexicano le parecía “una crónica exaltante y triste, una prosa sin desmayo, una imaginación liberadora”.

“He leído el ‘Quijote’ americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas”, le contaba Fuentes a Cortázar y lo recordaba en el prólogo de la edición conmemorativa de “Cien años de soledad” preparada por las Academias de la Lengua Española.

“¡Qué maravillosa recreación del universo inventado y re-inventado! ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario”, afirmaba el escritor mexicano, gran amigo de Gabo desde 1962.

Testigo de cien años

Fuentes fue testigo en México del nacimiento de la obra cumbre del Premio Nobel colombiano cuando lo acompañaba en 1965 por la carretera que lleva de Ciudad de México a Acapulco y vio que García Márquez “se transformó” como tomado por una revelación divina.

“Sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de ‘Cien años de soledad’, ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: ‘Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme’”, dice en ese prólogo.

Con 38 años, y con cuatro libros publicados ya (“La hojarasca”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Los funerales de la Mamá Grande” y “La mala hora”) García Márquez empezó a escribir las primeras palabras de su obra cumbre: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

No tenía “la menor idea” de lo que significaban esas palabras ni de cómo seguiría después. Pero no dejó de escribir “ni un solo día” durante 18 meses hasta que terminó el libro, contó el escritor en Cartagena de Indias (Colombia) en 2007, en el Congreso Internacional de la Lengua Española.

El escritor no sabía cómo sobrevivieron su mujer, Mercedes Barcha, y él durante el tiempo que duró el proceso de escritura, pero “no faltó ni un día la comida en la casa”, recordó García Márquez en aquella ocasión.

“Jamás he trabajado en soledad comparable -le decía el escritor en una carta de los años sesenta a Carlos Fuentes- (…), sufro como un condenado poniendo a raya la retórica, buscando tanto las leyes como los límites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleándome con las palabras”.

“A veces me asalta el pánico de no haber dicho nada a lo largo de quinientas páginas; a veces, quisiera seguir escribiendo el libro el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta”, le contaba a Fuentes.

El análisis de Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa analizó en profundidad ‘Cien años de soledad’ en su ensayo ‘Historia de un deicidio’, en el que afirma que esa obra es “una novela total, en la línea de esas creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual a igual, enfrentándole una imagen de una vitalidad, vastedad y complejidad cualitativamente equivalentes”.

Para Vargas Llosa, ‘Cien años de soledad’ es uno de los raros casos de “obra literaria mayor contemporánea” que todos pueden entender y gozar.

En el origen de la genial novela está también el viaje que el escritor colombiano hizo en 1950 con su madre a Aracataca, para vender la casa donde había pasado su infancia, como evoca García Márquez en sus memorias, “Vivir para contarla”.

Cuando llegaron al pueblo el choque con la realidad fue terrible. Aracataca se había convertido en un pueblo polvoriento y caluroso y parecía una ciudad fantasma: no había un alma en las calles.

La madre del escritor entró en una pequeña botica y se encontró con una antigua conocida. Ambas “se abrazaron y lloraron durante media hora. No se dijeron una sola palabra”. García Márquez las miraba “estremecido por la certidumbre de que aquel largo abrazo de lágrimas calladas era algo irreparable que estaba ocurriendo para siempre” en su propia vida, cuenta en sus memorias.

Fue entonces cuando García Márquez vio claro que tenía que contar “todo el pasado de aquel episodio”.

Años después escribiría ‘Cien años de soledad’, ese libro que, según Álvaro Mutis, “cada generación lo recibirá como una llamada del destino y del tiempo y sus mudanzas poco podrán contra él”.

Publicado en:

http://uptownlatino.net/Magazine/uncategorized/cien-anos-de-soledad-obra-cumbre-de-garcia-marquez






Fuente: www.semana.com
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